jueves, 20 de mayo de 2010

lunes, 10 de mayo de 2010

Compartirlo

2


3

ten ten japanese funny videos

LAS HERRAMIENTAS PARA TU PAGINA

Revisa todas tus páginas, deben seguir una misma línea estética, y revisa todos los encabezamientos, asegúrate de que encierran un buen mensaje y de que el texto utilizado es contundente.

Termina todas tus página con un link que consiga situar a tu visitante un paso más cerca de tu objetivo final.

Escribe y reescribe todos los textos tantas veces como sea preciso. Es un trabajo duro, pero también muy gratificante ver como cada vez tu sitio Web es más claro, equilibrado, y... efectivo.

LA ESTRUCTURA DE UN SITIO

Revisa todas tus páginas, deben seguir una misma línea estética, y revisa todos los encabezamientos, asegúrate de que encierran un buen mensaje y de que el texto utilizado es contundente.
Termina todas tus página con un link que consiga situar a tu visitante un paso más cerca de tu objetivo final.
Escribe y reescribe todos los textos tantas veces como sea preciso. Es un trabajo duro, pero también muy gratificante ver como cada vez tu sitio Web es más claro, equilibrado, y... efectivo.

El DISEÑO Y LA NAVEGABILIDAD

Las palabras son las que venden, NO las imágenes. NUNCA cargar de peso una página con gráficos sacrificando su tiempo de descarga. La red es aún demasiado lenta para la mayoría de nosotros.
Utiliza verbos fuertes, activos, y cargados emocionalmente. Deshecha palabras demasiado largas, o técnicas, y emplea otras que tienen cierto "poder" en sí mismas, como: gratis, beneficio, nuevo, ahora, secreto, fácil, ahorra, garantizado, impresionante, cómo... ¡Sí!, y la más mágica de todas las palabras... TU.
Construye párrafos pequeños. De dos o tres frases, procurar que no excedan las 4 líneas en total.
De vez en cuando introduce algún párrafo de una sóla línea y deja espacios entre párrafos, que tu página respire y la lectura sea más llevadera.

Escribe con absoluta claridad. Si tienes la más mínima duda de que algo pudiera ser difícil de entender, mejóralo.
El tono de la página de ventas debe ser atrevido, excitante, y que invite a la acción. Presenta los beneficios de tu producto con convicción, pero también con honestidad y credibilidad. No caigas en la exageración y el mal gusto.
No se recomienda usar frames: los buscadores tienen problemas para encontrar y clasificar las páginas.
Igualmente hay que tener cuidado con los programas de edición WYSIWYG (What You See Is What You Get) ya que suelen introducir gran cantidad de información "sobrante" en código HTML que "despista" a los motores de búsqueda.
Desarrolla una estructura de navegación sencilla. Que se sepa en todo momento donde nos encontramos.


LA PÁGINA DE INICIO:

Coloca toda tu artillería pesada en el primer párrafo de tu página de inicio. Si no consigues que el visitante se vea atraído desde el primer momento, lo más fácil es que ... ¡click!... se vaya a otro lado. Se esfumó tu venta. Quizás el resto de argumentos eran muy válidos, pero si no consigues mantener a esa persona en tu sitio el tiempo suficiente no habrá servido de nada.
No dejes de incluír todos los beneficios que vas a ofrecer, puedes hacer una breve introducción a cada uno de ellos, después facilita el camino hacia la siguiente página (un paso más cerca de tu objetivo final).

EL SEGUIMIENTO DE TU PAGINA

Ofrece algo para establecer una relación con tu mercado: libros o utilidades gratis, y un boletín períodico, a cambio de su email. De esta manera tendrás contacto permanente con tus posibles clientes.

Un tanto por ciento muy elevado acabará comprando en tu sitio si les das información y servicios que puedan aprovechar.

LOS OBJETIVOS

Ponte un objetivo principal en cada página si tu sitio se compone de varias. El objetivo principal es "aquello " que queremos que la persona haga después de navegar por nuestra página. Debe ser una acción, y muy concreta.
Habrá un objetivo final para tu sitio web (qué suele ser conseguir el click que produce la venta) pero hay que seguir una estrategia. Métete en la piel de tus posibles clientes, indaga en cada paso que lleva a la siguiente decisión, y redacta tus páginas siempre en la misma dirección, la de conseguir ese objetivo principal.

Cuando creas haberlo conseguido piensa: "¿Hay alguna razón por la que mi nicho de mercado no compraría este producto?"

EL PRODUCTO

Para empezar asegúrate de que tu producto cumple los requisitos para poder venderlo por Internet.
Si falla en algo: modifícalo, o modifica el objetivo principal de tu sitio Web. Por ejemplo si vendes un software de 453$ un objetivo lógico sería conseguir que el cliente descargara una versión de 30 días de prueba, posteriormente, habrá que comprobar si ha quedado satisfecho, y hacerle volver para que compre el programa.
Debes reflexionar sobre tu producto para luego componer el texto adecuado en tu página de ventas:
¿Qué es exactamente mi producto?, Y ¿Qué hace?

¿Qué beneficios puede aportarle a mi nicho de mercado?

Encuentra y destaca aquello por lo que tu producto se diferencia de otros "similares", demostrando sus ventajas respecto a ellos.

Investiga lo que están haciendo tus competidores directos, con productos parecidos, estudia sus estrategias de venta en la Red.

Vender en Internet

El 29% de los usuarios de Internet realizaron alguna compra en 2002

En 2003 ese porcentaje subió hasta...el 40%
Y este porcentaje no ha cesado de aumentar...

En 2004: el 48%
En 2005 éramos ya el 57% los que hacíamos compras por Internet ...

Según la última encuesta del Estudio General de Internet E.G.I, en 2010 el 82,5% de los Internautas que tienen conexión permanente a su correo son compradores en Internet.

Cada vez somos más los que compramos Online, y cada vez gastamos más dinero por Internet.

Bien, tenemos personas que compran en la Red, tenemos un producto o servicio que una parte de esas personas (nuestro nicho de mercado) quiere ó necesita

pasos para tu negocio

-Comienza por el principio, elegir un producto o servicio con posibilidades para vender on-line, no des el siguiente paso hasta tener muy claro qué es lo que vas a ofrecer.



-Ponte manos a la obra. Tú puedes diseñar tu propio sitio Web. No te confundas con la espectacularidad de muchas páginas, el contenido y el texto es lo que vende. No necesitas ser un experto en código HTML, sino en llevar a la práctica tus ideas.



-¿Ya está todo hecho? Por desgracia editar un perfecto sitio vendedor ofreciendo el mejor producto del mundo al mejor precio no servirá de nada si no conseguimos atraer visitas hacia él.

En esta sección verás como muchas de las opciones que nos ofrecen con insistencia en la Red para promocionar nuestro negocio sirven básicamente para tirar el dinero, incluso algunas pueden perjudicarte seriamente.



-Por último, cuando tu sitio comience a funcionar en serio, necesitarás algunas herramientas para poder administrarlo sin tener que estar pegado a tu computadora 24 horas al día. Aprende a poner el piloto automático para emplear tu tiempo en desarrollar nuevas ideas para tu Negocio.

Las tres reglas de oro para vender en Internet

El 99% de los negocios en Internet no consigue alcanzar sus objetivos.

Sin embargo conocemos las 3 condiciones necesarias para vender en Internet:

1.- Ofrecer un producto o servicio adecuado.
2.- Disponer de un Sitio Web efectivo.
3.- Atraer tráfico a tu Sitio Web.

Cumplir estas 3 reglas de oro garantiza el éxito.
Descubre a través de nuestras páginas lo que está haciendo el 1% que sí vende.

Porque los hombres aman a las C.

Este libro es una guía indispensable para entender la atracción de los hombres por las mujeres independientes y convertirte en una de ellas. A través de cientos de entrevistas, SherryArgov logra establecer por qué es mucho más deseable una mujer fuerte y ganadora que una tímida y miedosa. Algunas de las preguntas a las que da respuesta son:

* ¿Por qué los hombres son románticos al principio de la relación y luego cambian?
* ¿Por qué no aprecian a las chicas buenas, sumisas y sacrificadas?
* ¿Qué los hace perseguir incansablemente a una mujer que no les presta atención?
* ¿Es posible cambiar la actitud indiferente de un hombre?
Mediante consejos útiles, imágenes de la vida real, detalles picantes, cuadros comparativos sobre lo que “ella dice” y “él piensa” y los “100 Principios de Atracción”, este libro excepcional te ayudará a conocerte a ti misma y a aguzar tu ingenio a la hora de seducir. Así lograrás saber cuándo estás actuando como un felpudo y cómo cambiar de actitud para que los hombres te encuentren magnética y misteriosa, aumentar la química en la relación, y ganar el amor incondicionalde tu elegido.

Solo para tí

Una producción de:
AM Libra

Género:
Comedia romántica

Duración:
90 min.

Sonido:
Estéreo

Dirección:
Ícaro Cisneros Rivera

Asistente de Dirección:
Marios Cisneros

Producción:
Angélica Ortiz; jefe de producción: Julio Guerrero Tello

Guión:
Fernando Galiana; adaptación: Renée Dumas y Carlos Enrique Taboada

Fotografía:
Gabriel Torres

Escenografía:
Jorge Fernández

Maquillaje:
Margarita Ortega

Edición:
Carlos Savage

Sonido:
José B. Carles y Galdino Samperio

Música:
Sergio Guerrero; canciones: "Sólo para tí", "Ni un poquito de amor", "A nadie", "Superpitagórico"


Reparto: Angélica María
....
Elena Montero

Mauricio Garcés
....
doctor Millán

Fernando Luján
....
Juan Negro

Jorge Russek
....
Sebastián Ramírez

Julián Pastor
....
Carlos González

Roxana Bellini
....
Angelita

Augusto Benedico
....
señor González

Nathanael León "Frankenstein"
....
camionero

Regino Herrera



Teresa Selma



Daniela Rosen



Óscar Grijalva



Claudia Nicol



Carlos Bravo y Fernández "Carl-Hillos"




Sinopsis:
Tímida e indecisa, la joven decoradora Elena Montero se psicoanaliza con el doctor Millán. En sucesivos viajes a Monterrey, Guanajuato y Guadalajara, Elena cree enamorarse de un joven intelectual acomplejado, un pintor bohemio y un taxista peleonero, pero siempre recurre al doctor Millán quien termina confrontándola con sus tres amores.

El Libro de Piedra

Una producción de:
Adolfo Grovas

Género:
Horror gótico

Duración:
100 min.

Sonido:
Monoaural

Dirección:
Carlos Enrique Taboada

Producción:
Adolfo Grovas; jefe de producción: José Alcalde Gámiz

Guión:
Carlos Enrique Taboada

Fotografía:
Ignacio Torres; operador de cámara: Guadalupe "Lupe" García

Decorados:
Eduardo Carrasco

Maquillaje:
Sara Mateos

Edición:
Carlos Savage

Efectos Especiales:
Ricardo Sáinz

Sonido:
Javier Mateos y Salvador Topete

Música:
Raúl Lavista


Reparto: Marga López
....
Julia Septién

Joaquín Cordero
....
Eugenio Ruvalcaba

Norma Lazareno
....
Mariana

Aldo Monti
....
Carlos, el pintor

Lucy Buj
....
Silvia

Rafael Llamas
....
profesor Esquivias

Ada Carrasco
....
sirvienta

Lilia Richards
....
Herminia, sirvienta

Manuel Dondé
....
Bruno, jardinero

Jorge Mateos
....
doctor Vieyra

Miguel López Checa
....
teniente de policía

Eduardo MacGregor
....
Fabián, sirviente

Jorge Pablo Carrillo
....
Hugo, el niño fantasma


Sinopsis:
A petición del acaudalado Eugenio Ruvalcaba, la institutriz Julia Septién es contratada para hacerse cargo de la educación de la pequeña Silvia, hija de Eugenio y de su difunta esposa. La niña se comporta de una manera extraña y afirma jugar con Hugo, la estatua de piedra de un niño leyendo un libro que adorna los jardines de la mansión. Lo que al principio parece un simple juego de la imaginación infantil se va transformando hasta convertirse en una macabra obsesión.

Hasta el viento tiene miedo

Una producción de:
Tauro Films

Género:
Horror gótico

Duración:
87 min.

Sonido:
Monoaural

Dirección:
Carlos Enrique Taboada

Producción:
Jesús Grovas; productor asociado: Jesús Grovas Ludewig; productor ejecutivo: Adolfo Grovas; gerente de producción: Adrián Grovas; jefe de producción: Julio Guerrero Tello

Guión:
Carlos Enrique Taboada

Fotografía:
Agustín Jiménez; operador de cámara: Manuel Santaella

Escenografía:
Javier Torres Torija; decorador: José Tirado

Maquillaje:
María del Castillo

Edición:
José W. Bustos

Sonido:
Eduardo Arjona, Galdino Samperio y James L. Fields

Música:
Raúl Lavista, con el preludio en La menor número 7 y el preludio en Mi menor número 4 de Chopin y la pieza "Blues jazz" de Armando Manzanero


Reparto: Marga López
....
Bernarda

Maricruz Olivier
....
Lucía

Alicia Bonet
....
Claudia

Norma Lazareno
....
Kitty

Renata Seydel
....
Ivette

Lourdes Baledón
....
alumna

Elizabeth Dupeyrón
....
alumna

Rita Sabre Marroquín
....
alumna

Irma Castillón
....
alumna

Pamela Susan Hall
....
alumna

Rafael Llamas
....
Diego

Saidi Dupeyrón
....
Armando

Enrique García Álvarez
....
doctor Oliver


Sinopsis:
La tranquilidad de un internado para señoritas se ve interrumpida por la aparición del fantasma de Andrea, una alumna que se suicidó cinco años atrás. De manera sutil, el fantasma va enrareciendo la atmósfera del lugar hasta que se posesiona del cuerpo de Claudia, una de las alumnas. La posesión tendrá el macabro objetivo de cobrar venganza en contra de Bernarda, la autoritaria directora del colegio.

jueves, 6 de mayo de 2010

Uniforme Chiva

El primer uniforme que utilizó el equipo como Club Unión fue totalmente blanco,[18] tiempo después en 1908 con el cambio del nombre del equipo a Club Deportivo Guadalajara, el primer uniforme de la escuadra se diseñó[19] y se ha mantenido sin cambios en toda su historia, consta de camiseta de rayas verticales, rojas y blancas, y pantalón azul marino. Las medias pueden ser azules o blancas.

El origen de las rayas verticales del uniforme proviene de una petición hecha por el propio Everaert, propuso utilizarlo rayado como su querido FC Brugge, equipo de su ciudad fundado en 1891. Mientras tanto, el origen de los colores del equipo tiene varias versiones, se dice que éstos fueron tomados de la bandera francesa debido a que gran parte del equipo que se formó en 1906 era de ascendencia francesa e incluso algunos como Calixto Gas pelearon por Francia y murieron en la I guerra mundial. Los dueños del establecimiento "Almacenes Ciudad de México", donde Gregorio Orozco trabajó y Edgar Everaert era proveedor de encajes, eran de origen francés; en este lugar fue donde se dio la fundación del equipo y en la casa de enfrente se encontraba la tienda de ropa "Fábricas de Francia" donde trabajaba Rafael Orozco.

El primer uniforme rayado estaba compuesto por una camiseta tejida con estambre grueso de algodón, mangas largas y cuello redondo con botones, llegaba a pesar hasta cinco kilos transpirada.

Para el año del centenario del club, 2006, se hizo un diseño conmemorativo que era una réplica del primer uniforme usado por el equipo como CD Guadalajara, con las debidas mejoras tecnológicas en los materiales. La única diferencia era que contaba con la marca del uniforme y un patrocinador. Un año después, se dio el que quizás es el cambio más radical que ha existido en el uniforme, fue en la temporada 2006-07 cuando la marca inglesa Reebok desarrolló un diseño en el que las franjas rojas de la playera simulan unos cuernos, éste fue llamado Chivas "101", debido a los años que cumplía el club en esa temporada.

Para la siguiente temporada (2007-08), surge un nuevo cambio en el uniforme, se eliminan los cuernos de chiva de la camiseta de local y se restauran las líneas verticales pero estas sufren una curvatura, siendo esta la primera vez que no se usan líneas completamente verticales en el uniforme mientras que en el uniforme de visitante se cambia del color azul tradicional a un blanco modernizado por los toques de verde fosforescente.

En la segunda mitad del año 2008, para la temporada (2008-09) surge un nuevo cambio en el uniforme, se eliminan los franjas onduladas de la camiseta de local y se instauran unas franjas similares a un sol, también se usó más el color azul que en anteriores uniformes, principalmente en la espalda y en los hombros. En cuanto al uniforme de visitante se optó por una camiseta similar a la de local pero con las franjas en color de verde fosforescente, la espalda, costados y parte de las mangas se tiñeron en color negro.

Clásicos del Club Deportivo Guadalajara

El Club Deportivo Guadalajara a lo largo de su historia ha jugado una serie de partidos de alto grado de interés y apasionamiento para los aficionados; han sido varios los equipos que por distintas circunstancias han entablado una rivalidad deportiva con el Club Guadalajara.

En la época amateur surgió el que actualmente es el clásico más antiguo del fútbol mexicano, el Guadalajara contra Atlas. Sin embargo este no fue el único derbi que surge en la era amateur, antes de Atlas existieron partidos que levantaban pasiones encontradas, el llamado primer clásico tapatío fue contra el Club Liceo. Tiempo después en la década de los 1920s surge el clásico contra Nacional y contra el Oro.

Con la profesionalización del fútbol mexicano surgieron nuevas rivalidades, a finales de la década de los 1950s y durante la década de los 1960s se empieza a gestionar la rivalidad de lo que más tarde sería llamado el Clásico del fútbol mexicano, Guadalajara contra América. Otras rivalidades han surgido con el tiempo pero sin llegar a considerarse clásicos en su totalidad, equipos como la UNAM y Cruz Azul han logrado causar duelos pasionales contra el Guadalajara, pero aún no logran lo suficiente para ser clásico.

Historia del Club Deportivo Guadalajara

Fue el 15 de septiembre de 1904, cuando a la Casa Gas, L. Gas y Cía (Almacenes la Ciudad de México), con un sueldo de 5 pesos mensuales, habitación y alimentación; llegó un joven de nacionalidad belga, llamado Edgar Everaert, quien de forma inmediata hizo amistad con el francés Calixto Gas. Ambos que ya habían practicado el fútbol antes y tenían la inquietud de formar un equipo en Guadalajara que finalmente se llamó "Unión".

Más tarde en la Época amateur del club, que abarca desde 1906 a 1943, a Gregorio Orozco le empezó la inquietud de como lograr que el equipo tomara importancia y trascendencia, fue entonces que en 1908 junto con el señor Everaert llegaron a la conclusión que había que cambiar el nombre al equipo a Guadalajara, pues entre pláticas de ambos, el belga comentó que en Europa la gente sigue más a los clubes que llevan el nombre de su ciudad, fue entonces que Gregorio supo que el equipo despertaría más pasión entre sus seguidores si llevaba el nombre de la ciudad.

El equipo ingreso a la Liga Mayor desde su inicio en 1943, durante estos primeros años de profesionalismo, el Guadalajara no logró nada trascendente a nivel deportivo, en la primera década de existencia de la liga el equipo no logró sobrepasar la mitad de la tabla con excepción de la temporada 1948-49 cuando queda en tercer lugar general.

Dentro del primer lustro de la década de los 1950s, el Guadalajara empezó a formar un gran equipo que dominaba su juego y tenía grandes torneos, pero en la recta final siempre tenía una baja en su juego y acumulaba varios malos resultados, lo que les impedía ganar el torneo, prueba de ello son los subcampeonatos en los torneos 1951-52 y 1954-55, gracias a esto se ganó el mote de "Ya Merito" por parte de la afición.

Después vinieron etapas (ya como equipo profesional) como El Campeonísimo que posicionaron al Club Deportivo Guadalajara como uno de los grandes clubes de fútbol de México. Hoy en día el club es conocido internacionalmente y entre sus logros recientes está el haber conseguido ser campeones del Torneo Apertura 2006.

Club Deportivo Guadalajara

El Club Deportivo Guadalajara es un equipo de fútbol que actualmente juega en la Primera División de México y tiene como sede la ciudad de Guadalajara, Jalisco, México.

El Guadalajara o las Chivas Rayadas del Guadalajara, como popularmente se le conoce, es el club con más títulos en la liga mexicana con 11 conquistas. Es según encuestas realizadas en febrero de 2007 y febrero de 2008 por el Diario Reforma, y por Consulta Mitofsky en febrero de 2009,[1] el equipo más popular de México,[2] [3] [4] además de ser reconocido por la FIFA como el equipo más popular de México,[5] y por la AFP y la Associated Press como el segundo equipo más popular en el mundo, con más de 30 millones de aficionados, sólo detrás del Flamengo de Brasil.[6] [7] [8] [9] Su propietario es el empresario mexicano Jorge Vergara.

Fue fundado el 8 de mayo de 1906, mismo año en el que comienza su actividad futbolística, ingresando en 1908 en la Federación Deportiva de Occidente de Aficionados, participando en la Liga de Occidente, donde logra cosechar 13 títulos convirtiéndose en el equipo que más veces ha ganado este torneo. A partir de 1943 con la profesionalización del fútbol mexicano se une a la entonces Liga Mayor, en la cual logra su primer título el 3 de enero de 1957.

Los colores que identifican al club son rojo, blanco y azul, dicha gama se puede observar tanto en su uniforme como en el escudo de la institución; ambos diseñados en 1908. El lema del Club Deportivo es "Fraternidad, Unión y Deporte".

La sede del club se encuentra ubicada sobre la calle Madero número 500 en la ciudad de Guadalajara, Jalisco al Occidente de la República Mexicana; estando anteriormente ubicada en Colomos número 2339 en la colonia Providencia durante más de 60 años. El Estadio Jalisco es sede de los encuentros como local del equipo, siéndolo desde 1960.

Vale destacar que Guadalajara, a diferencia de los demás equipos de la liga mexicana, jamás contrata jugadores extranjeros, únicamente jugadores mexicanos. No así con los entrenadores, que sí pueden ser extranjeros.

México

México[5] (náhuatl: Mēxihco )?, oficialmente llamado Estados Unidos Mexicanos, es una república democrática, representativa y federal localizada en América. El país está compuesto por 32 entidades federativas. La sede del gobierno y los poderes de la unión mexicana es la ciudad de México, D. F., cuyo territorio ha sido designado como distrito federal. México limita al norte con los Estados Unidos de América; al este, con el golfo de México y el mar Caribe; al sureste, con Belice y Guatemala, y al oeste con el océano Pacífico. La superficie de su territorio ocupa una extensión cercana a los 2 millones de km², que lo colocan en la decimoquinta posición en la lista de los países ordenados por superficie. En México habitan más de 107 millones de personas, por lo que se trata de la nación hispanohablante más poblada del mundo. El español convive en México con numerosas lenguas indígenas, reconocidas oficialmente como nacionales por el Estado mexicano.

El poblamiento de este territorio se remonta posiblemente a 12-14 mil años hacia el pasado -aunque hay una discusión científica pendiente de resolver, con respecto del tiempo en que llegaron los primeros pobladores del continente americano-, tiempo en el que se sucedieron en ese mismo espacio numerosos pueblos, que incluyen tanto a culturas mesoamericanas agrícolas como a los nómadas de Aridoamérica y los pueblos oasisamericanos. Tras casi 300 años de dominación española, México inició la lucha por su independencia política en 1810. Posteriormente, durante cerca de un siglo el país se vio envuelto en una serie de guerras internas e invasiones extranjeras que tuvieron repercusiones en todos los ámbitos de la vida de los mexicanos. Durante buena parte del siglo XX (principalmente la primera mitad) tuvo lugar un período de gran crecimiento económico en el marco de una política dominada por un solo partido político.

Por el volumen neto de su producto interno bruto (PIB), se considera a México la decimotercera economía mundial,[6] —aunque en 2001 había sido la novena[7] —. Es la segunda economía de Latinoamérica, sólo detrás de Brasil, y la cuarta del continente. No obstante la repartición de la riqueza es desigual, ya que en el país coexisten municipios con índices de desarrollo humano similares a naciones como Alemania[8] o Burundi.[9] Durante una buena parte del siglo XX, la principal fuente de divisas extranjeras del país fue la venta de petróleo, aunque durante este siglo tuvo lugar un proceso de industrialización que permitió al país diversificar su economía. México también es uno de los países con mayor diversidad de climas en el mundo, así como uno de los 12 países megadiversos del planeta ya que es hogar del 10-12% de la biodiversidad mundial[10] y alberga a más de 12.000 especies endémicas

Colores y su significado

Los colores de la bandera se originaron de los de la bandera del Ejército de las Tres Garantías o «Trigarante», en 1821. Originalmente el significado de los colores fueron los siguientes:[7]

Blanco: Religión (la fe a la Iglesia Católica)
Rojo: Unión (entre europeos y americanos)
Verde: Independencia (Independencia de España)
El significado fue cambiado debido a la secularización del país, liderada por el entonces Presidente Benito Juárez.[8] El significado atribuido en esa época fue:

Verde: Esperanza.
Blanco: Unidad.
Rojo: La sangre de los héroes nacionales.
Como el artículo 3 de la "Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales" no da un simbolismo oficial de los colores, se les pueden dar otros significados. Algunos grupos han usado los colores patrios como parte de sus símbolos o logotipos. Tal es el caso del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que adoptó los colores nacionales en su logotipo; otro partido, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), tenía también los mismos colores, pero los cambió tras una controversia en los años noventa acerca de asuntos de imparcialidad. Sin embargo, el PRI no lo hizo.[9] Algunos Estados, como Querétaro e Hidalgo, han incorporado tanto elementos de la bandera nacional como toda la bandera a su propio escudo.

El escudo

El escudo está posicionado en el centro de la franja blanca y está inspirado en la culminación del peregrinaje azteca para fundar su ciudad México-Tenochtitlán (actualmente la Ciudad de México). De acuerdo con las creencias religiosas aztecas, los mexicas habían salido de Aztlán buscando el lugar propicio para edificar su nueva ciudad. El dios Huitzilopochtli les indicó que en el lugar donde encontraran un águila devorando una serpiente parada sobre un nopal, debían construir su ciudad. Luego de 200 años de buscar dicho lugar, los aztecas encontraron la señal en un pequeño islote en el Lago de Texcoco.[4]

El Escudo Nacional, diseñado originalmente por Antonio Gómez, habitante de la ciudad de Pénjamo en el estado de Guanajuato, y está constituida por un águila, puesta de perfil al lado izquierdo, desplegando la parte superior de las alas en actitud de combate; con el plumaje caído tocando la cola y las plumas de ésta en abanico natural. Posada su garra izquierda sobre un nopal florecido que nace en una peña que emerge de un lago, sujeta con la derecha y con el pico, en actitud de devorar, a una serpiente curvada, de modo que armonice con el conjunto. Varias pencas del nopal se ramifican a los lados. Dos ramas, una de encino al frente del águila y otra de laurel al lado opuesto, forman entre ambas un semicírculo inferior y se unen por medio de un listón dividido en tres franjas que, cuando se representa el Escudo Nacional en colores naturales, corresponden a los de la Bandera Nacional.[2]

Durante la guerra de independencia de México, el águila fue utilizada en distintos estandartes de los insurgentes, como el que usó el general José María Morelos y Pavón. El 2 de noviembre de 1821, al terminar el movimiento de Independencia, la Soberana Junta Provisional Gubernativa ordenó el empleo de un escudo que incluía un águila con la corona imperial, parada sobre un nopal. El actual diseño del escudo fue creado por Francisco Eppens Helguera en 1968 y aprobado por el Presidente Gustavo Díaz Ordaz, y en 1984, el presidente Miguel de la Madrid Hurtado promulgó la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales que establece que:[3]


Escudo Nacional de México, diseñado por Francisco Eppens Helguera en 1968.El Escudo Nacional está constituido por un águila real mexicana, con el perfil izquierdo expuesto, la parte superior de las alas en un nivel más alto que el penacho y ligeramente desplegadas en actitud de combate; con el plumaje de sustentación hacia abajo tocando la cola y las plumas de ésta en abanico natural. Posada su garra izquierda sobre un nopal florecido que nace en una peña que emerge de un lago, sujeta con la derecha y con el pico, en actitud de devorar, a una serpiente curvada, de modo que armonice con el conjunto. Varias pencas del nopal se ramifican a los lados. Dos ramas, una de encino al frente del águila y otra de laurel al lado opuesto, forman entre ambas un semicírculo inferior y se unen por medio de un listón dividido en tres franjas que, cuando se representa el Escudo Nacional en colores naturales, corresponden a los de la Bandera Nacional.

Bandera de México

La bandera de los Estados Unidos Mexicanos o México es uno de los símbolos patrios de esta nación; su día se celebra el 24 de febrero. Consiste en un rectángulo dividido en tres franjas verticales de igual proporción, de colores verde, blanco y rojo (izquierda a derecha) ordenados a partir del asta. Su proporción longitud-anchura es de cuatro a siete.
El Escudo Nacional de México se encuentra en el centro de la franja blanca, con un diámetro de tres cuartas partes de la franja, y consiste en un águila real devorando a una serpiente que mantiene sostenida además de con su pico, con la garra de su pata derecha, el águila se encuentra posada sobre un nopal situado en un islote sobre el lago de Texcoco representado por un glifo náhuatl. El Escudo Nacional de México está basado en la leyenda azteca que cuenta cómo su pueblo vagó por cientos de años en el territorio mexicano buscando la señal indicada por sus dioses para fundar la ciudad de Tenochtitlán (la actual Ciudad de México), donde vieran a un águila devorando a una serpiente.[2] Aunque el significado de los colores ha cambiado con el paso del tiempo, estos fueron adoptados por México durante la guerra de Independencia con España. La bandera actual fue oficialmente adoptada en 1968, pero el diseño general ha sido usado desde 1821 cuando la Primera Bandera Nacional fue creada. Desde el miércoles 8 de febrero de 1984 existe una ley publicada en el Diario Oficial de la Federación que gobierna y regula el uso de la Bandera Nacional llamada "Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales". [3] La bandera ha cambiado en trece ocasiones a través de su historia (partiendo del estandarte de Cortés), pues el diseño del Escudo Nacional y las proporciones de largo y ancho han sido modificados. La bandera actual, llamada la Cuarta Bandera Nacional, es también usada como símbolo naval por todos los barcos registrados en México

Himno Nacional Mexicano

El Himno Nacional Mexicano se hizo oficial en 1943 por decreto del presidente Manuel Ávila Camacho.[1] [2] Las letras del himno, que aluden las victorias mexicanas en el calor de la batalla y cuenta sobre la defensa de la patria, fueron compuestas por el poeta Francisco González Bocanegra en 1853. En 1854, Jaime Nunó compuso la música que desde entonces acompaña al poema de González. El himno, compuesto por diez stanzas y un coro, entró en uso el 16 de septiembre de 1854. Desde 1854 hasta su adopción oficial en 1943, la letra ha sufrido severas modificaciones para estar acorde con los cambios políticos que se daban en el país. Extraoficialmente, el himno se llamaba «Mexicanos, al grito de guerra», el cual es también la primera línea del coro.

Antes de este himno, existieron varios intentos para que la nación mexicana tuviera uno. El 28 de julio de 1821, José Torrescano presentó una primera composición del Himno Nacional; no obstante, quedó en intento por no ser del agrado de nadie. De igual forma, personalidades históricas del pueblo de México como José María Garmendia, Francisco Manuel Sánchez de Tagle, Mariano Elízaga, José María Heredia y otros intentaron definir el Himno Nacional, sin éxito en la exaltación de virtudes sobre héroes políticos del momento.[3] Posteriormente se intentó de nuevo crear un himno adecuado para el país, a través de invitaciones, pero nunca se pudo

anorexia nerviosa

El término anorex proviene del griego a-/an- (negación) + orégo (tender, apetecer). Consiste en un trastorno de la conducta alimentaria que supone una pérdida de peso provocada por el propio enfermo y lleva a un estado de inanición. Es un síntoma frecuente en multitud de enfermedades y situaciones fisiológicas consistente en la disminución del apetito, lo que puede conducir a una disminución de la ingesta de alimentos.

La causa más común de anorexia es la propia saciedad tras la ingesta de alimentos. A esta situación fisiológica se la denomina anorexia postprandial. Puede aparecer en infecciones generalizadas, en inflamaciones de la mucosa intestinal (enfermedad de Chron, colitis ulcerosa) procesos neoplásicos, en la demencia o en trastornos psicológicos como la depresión o la anorexia nerviosa, siendo, por sí solo poco específico para la obtención de un diagnóstico

bulimia

La bulimia o bulimia nerviosa es un trastorno mental relacionado con la comida. "Bulimia" proviene del latín būlīmia, que esto a su vez proviene del griego βουλῑμια (boulīmia), que a su vez se compone de βούς (bús), buey y λῑμος (līmos), hambre.[1] Significa hambre en exceso o hambre de buey. Es una enfermedad que se da mas en las mujeres que en los hombres aunque hoy en día es una enfermedad que se da en los dos sexos.

Su característica esencial consiste en que la persona sufre episodios de atracones compulsivos, seguidos de un gran sentimiento de culpabilidad y sensación de angustia y pérdida de control. Suele alternarse con episodios de ayuno o de muy poca ingesta de alimentos, pero al poco tiempo vuelven a sufrir episodios de ingestas compulsivas.[2]

Un atracón consiste en ingerir en un tiempo inferior a dos horas una cantidad de comida muy superior a la que la mayoría de individuos comerían.

Los individuos con este trastorno se sienten muy avergonzados de su conducta e intentan ocultar los síntomas. Los atracones se realizan a escondidas o lo más disimuladamente posible. Los episodios suelen planearse con anterioridad y se caracterizan (aunque no siempre) por una rápida ingesta de alimento.

Otra característica esencial de este trastorno la constituyen las conductas compensatorias inapropiadas para evitar la ganancia de peso. Muchos individuos usan diferentes medios para intentar compensar los atracones: el más habitual es la provocación del vómito. Este método de purga (patrones cíclicos de ingestión excesiva de alimentos y purgas) lo emplean el 80-90 por ciento de los sujetos que acuden a centros clínicos para recibir tratamiento. Los efectos inmediatos de vomitar consisten en la desaparición inmediata del malestar físico y la disminución del miedo a ganar peso. Otras conductas de purga son: el uso excesivo de laxantes y de diuréticos, enemas, realización de ejercicio físico muy intenso y ayuno

Ecosistema

Un principio central de la ecología es que cada organismo vivo tiene una relación permanente y continua con todos los demás elementos que componen su entorno. La suma total de la interacción de los organismos vivos (la biocenosis) y su medio no viviente (biotopo) en una zona que se denomina un ecosistema. Los estudios de los ecosistemas por lo general se centran en la circulación de la energía y la materia a través del sistema.

Casi todos los ecosistemas funcionan con energía del sol capturada por los productores primarios a través de la fotosíntesis. Esta energía fluye a través de la cadena alimentaria a los consumidores primarios (herbívoros que comen y digeren las plantas), y los consumidores secundarios y terciaria (ya sea omnívoros o carnívoros). La energía se pierde a los organismos vivos cuando se utiliza por los organismos para hacer el trabajo, o se pierde como calor residual.

La materia es incorporada a los organismos vivos por los productores primarios. Las plantas fotosintetizadoras fijan el carbono a partir del dióxido de carbono y del nitrógeno de la atmósfera o nitratos presentes en el suelo para producir aminoácidos. Gran parte de los contenidos de carbono y nitrógeno en los ecosistemas es creado por las instalaciones de ese tipo, y luego se consume por los consumidores secundarios y terciarios y se incorporan en sí mismos. Los nutrientes son generalmente devueltos a los ecosistemas a través de la descomposición. Todo el movimiento de los productos químicos en un ecosistema que se denomina un ciclo biogeoquímico, e incluye el ciclo del carbono y del nitrógeno.

Los ecosistemas de cualquier tamaño se pueden estudiar, por ejemplo, una roca y la vida de las plantas que crecen en ella puede ser considerado un ecosistema. Esta roca puede estar dentro de un llano, con muchas de estas rocas, hierbas pequeñas, y animales que pastorean - también un ecosistema-. Este puede ser simple en la tundra, que también es un ecosistema (aunque una vez que son de este tamaño, por lo general se denomina ecozonas o biomas). De hecho, toda la superficie terrestre de la Tierra, toda la materia que lo compone, el aire que está directamente encima de éste, y todos los organismos vivos que viven dentro de ella puede ser considerados como una solo, gran ecosistema.

Los ecosistemas se pueden dividir en los ecosistemas terrestres (incluidos los ecosistemas de bosques, estepas, sabanas, etc), los ecosistemas de agua dulce (lagos, estanques y ríos), y los ecosistemas marinos, en función del biotopo dominante

Ecología

La ecología (del griego «οίκος» oikos="casa", y «λóγος» logos=" conocimiento") es la biología de los ecosistemas (Margalef, 1998, p. 2). Es la ciencia que estudia a los seres vivos, su ambiente, la distribución y abundancia, cómo esas propiedades son afectadas por la interacción entre los organismos y su ambiente. El ambiente incluye las propiedades físicas que pueden ser descritas como la suma de factores abióticos locales, como el clima y la geología, y los demás organismos que comparten ese hábitat (factores bióticos).

La visión integradora de la ecología plantea que es el estudio científico de los procesos que influencian la distribución y abundancia de los organismos, así como las interacciones entre los organismos y la transformación de los flujos de energía y materia

Alcoholismo

El alcoholismo es una enfermedad que consiste en padecer una fuerte necesidad de ingerir alcohol etílico, de forma que existe una dependencia física del mismo, manifestada a través de determinados síntomas de abstinencia cuando no es posible su ingesta. El alcohólico no tiene control sobre los límites de su consumo y suele ir elevando a lo largo del tiempo su grado de tolerancia al alcohol.
Hasta el momento no existe una causa común conocida de esta adicción, aunque varios factores pueden desempeñar un papel importante en su desarrollo y las evidencias muestran que quien tiene un padre o una madre con alcoholismo tiene mayor probabilidad de adquirir esta enfermedad.

Ello puede deberse, más que al entorno social, familiar o campañas publicitarias, a la presencia de ciertos genes que podrían aumentar el riesgo de alcoholismo.


Algunos otros factores asociados a este padecimiento son la necesidad de aliviar la ansiedad, conflicto en relaciones interpersonales, depresión, baja autoestima, facilidad para conseguir el alcohol y aceptación social del consumo de alcohol.
Los tratamientos contra el alcoholismo incluyen programas de desintoxicación realizados por instituciones médicas. Esto puede suponer la estancia del paciente durante un periodo indeterminado, (quizás varias semanas), bajo tutela en hospitales especializados donde puede que se utilicen determinados medicamentos para evitar el síndrome de abstinencia.

Después del período de desintoxicación, puede someterse al paciente a diversos métodos de terapia de grupo o psicoterapia para tratar problemas psicológicos de fondo que hayan podido llevar al paciente a la dependencia. Se puede asimismo apoyar el programa con terapias que inciten al paciente a repugnar el alcohol mediante fármacos como el disulfiram, que provoca fuertes y repentinas resacas siempre que se consuma alcohol.

La terapia nutricional es otro tratamiento. Muchos alcohólicos tienen síndrome de resistencia a la insulina, un desorden metabólico debido al cual el cuerpo no regula correctamente el azúcar causando un suministro inestable a la circulación sanguínea.[cita requerida] Aunque este desorden se puede tratar con una dieta hipoglucémica, esto puede afectar a su comportamiento y su estado anímico. Estos síntomas son efectos secundarios que se observan a menudo en alcohólicos sometidos bajo tratamiento de desintoxicación. Los aspectos metabólicos del alcoholismo a menudo se pasan por alto dando como resultado tratamientos de dudosos resultados.

En los años 1990, los grupos de consultas de autoayuda fueron adquiriendo notoriedad por sus logros, como lo ha sido el movimiento de Alcohólicos Anónimos

Tabaquismo

El tabaquismo es la adicción al tabaco provocada, principalmente, por uno de sus componentes activos, la nicotina; la acción de dicha sustancia acaba condicionando el abuso de su consumo. El tabaquismo es una enfermedad crónica sistémica perteneciente al grupo de las adicciones y está catalogada en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-IV de la American Psychiatric Association. Actualmente se cree la causa principal mundial de enfermedad y mortalidad evitable. Se considera una enfermedad adictiva crónica con posibilidades de tratamiento.

Según la Organización Mundial de la Salud el tabaco es la primera causa de enfermedad, invalidez y muerte prematura del mundo.[1] En Europa el tabaquismo provoca cada año 1,2 millones de muertes. Está directamente relacionado con la aparición de 29 enfermedades, de las cuales 10 son diferentes tipos de cáncer, y es la principal causa del 95% de los cánceres de pulmón, del 90% de las bronquitis y de más del 50% de las enfermedades cardiovasculares. En España cada año mueren más de 50.000 personas debido al consumo de tabaco, más que por los accidentes de tráfico y el consumo de todas las drogas ilegales juntos.

la drogadicción

La drogadicción es una enfermedad que consiste en la dependencia de sustancias que afectan el sistema nervioso central y las funciones cerebrales, produciendo alteraciones en el comportamiento, la percepción, el juicio y las emociones. Los efectos de las drogas son diversos, dependiendo del tipo de droga y la cantidad o frecuencia con la que se consume. Pueden producir alucinaciones, intensificar o entorpecer los sentidos, provocar sensaciones de euforia o desesperación. Algunas drogas pueden incluso llevar a la locura o la muerte.

La dependencia producida por las drogas puede ser de dos tipos:

- Dependencia física: El organismo se vuelve necesitado de las drogas, tal es así que cuando se interrumpe el consumo sobrevienen fuertes trastornos fisiológicos, lo que se conoce como síndrome de abstinencia.

- Dependencia psíquica: Es el estado de euforia que se siente cuando se consume droga, y que lleva a buscar nuevamente el consumo para evitar el malestar u obtener placer. El individuo siente una imperiosa necesidad de consumir droga, y experimenta un desplome emocional cuando no la consigue.

Algunas drogas producen tolerancia, que lleva al drogadicto a consumir mayor cantidad de droga cada vez, puesto que el organismo se adapta al consumo y necesita una mayor cantidad de sustancia para conseguir el mismo efecto.

La dependencia, psíquica o física, producida por las drogas puede llegar a ser muy fuerte, esclavizando la voluntad y desplazando otras necesidades básicas, como comer o dormir. La necesidad de droga es más fuerte. La persona pierde todo concepto de moralidad y hace cosas que, de no estar bajo el influjo de la droga, no haría, como mentir, robar, prostituirse e incluso matar. La droga se convierte en el centro de la vida del drogadicto, llegando a afectarla en todos los aspectos: en el trabajo, en las relaciones familiares e interpersonales, en los estudios, etc.

Calentamiento Global

El calentamiento del sistema climático es inequívoco, como se desprende ya del aumento observado del promedio mundial de temperatura del aire y del océano, de la fusión generalizada de nieves y hielos, y del aumento del promedio mundial del nivel del mar
Para el IPCC, el término “cambio climático” denota un cambio en el estado del clima identifi cable (por ejemplo, mediante análisis estadísticos) a raíz de un cambio en el valor medio y/o en la variabilidad de sus propiedades, y que persiste durante un período prolongado, generalmente cifrado en decenios o en períodos más largos. Denota todo cambio del clima a lo largo del tiempo, tanto si es debido a la variabilidad natural como si es consecuencia de la actividad humana.
La mayor parte del aumento observado del promedio mundial de temperatura desde mediados del siglo XX se debe muy probablemente al aumento observado de las concentraciones de GEI antropógenos.

Este significado difiere del utilizado en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMCC), que describe el cambio climático como un cambio del clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana, que altera la composición de la atmósfera mundial y que viene a sumarse a la variabilidad climática natural observada en períodos de tiempo comparables.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Daño Ecológico Irreversible por Derrame de Crudo

Tampico, Tamaulipas.-El Partido Verde Ecologista advirtió que la explosión y el hundimiento de una plataforma petrolera en el Golfo de México, generara daño ecológico irreversible en las costas de Tamaulipas y Veracruz y ya comienza a afectar el desove de la tortuga lora.

"A pesar de que las autoridades federales minimizaron la problemática, es un contexto de contaminación que no respeta fronteras políticas y sin duda tendrá un impacto muy negativo para la pesca de escama y camarón" precisó ayer el Secretario de Ecología del PVEM de Tamaulipas Carlos Paniagua Arias.

A mas de diez días del hundimiento y explosión de la plataforma petrolera en el estado de Lousiana, las costas mexicanas van a resultar afectadas, pues es imposible aceptar que los daños solo ocurran en Estados Unidos, añadio.

El ambientalista expreso que es cierto, que las "suradas" han sido fuertes y evitan un avance mas rápido de la mancha del hidrocarburo hacia México, sin embargo la capa de petróleo obstruye el intercambio de oxígeno y bióxido de carbono y provoca capas viscosas de combustibles que cubren la piel y las branquias de los animales acuáticos, ocasionando muerte por asfixia.

Otro daño, es que de igual forma el petróleo cubre las plumas de aves y la piel de mamíferos marinos como tortugas, ballenas, focas y nutrias de mar, lo que afecta el aislamiento térmico natural de los animales y su capacidad para flotar, ocasionándoles muerte por frío, o bien se hunden y ahogan.

Añadió que el problema de contaminación llega en el peor momento, pues actualmente se lleva a cabo el proceso de desove de la tortuga lora.

Es cierto, que la tecnología ha avanzado y que la Secretaria de Marina cuenta con equipo y personal capacitado para actuar en ese tipo de emergencias, pero pidió a las autoridades ambientales no minimizar el problema

Messi, cerca del Pichichi y Bota de Oro

Los 31 goles del delantero argentino lo sitúan cada vez más cerca de ambos trofeos, y además, está cerca de romper el récord como jugador con más goles anotados que hasta ahora le pertenece a Ronaldo con 47

Los 31 goles que Leo Messi ha marcado en este campeonato de Liga, tras anotar ayer dos más ante el Tenerife (4-1), le colocan a un paso de conseguir no sólo el Trofeo Pichichi, sino también la Bota de Oro e incluso alcanzar el récord de Ronaldo, el jugador con más goles (47) en una sola temporada en el Barça.

Con 31 goles y a falta de dos jornadas, el delantero argentino aventaja en seis goles a su compatriota Gonzalo Higuaín (25), el único que podría amenazar su condición de máximo goleador al cierre del campeonato.

En la Bota de Oro, Messi también es el líder, con 62 puntos, dos por cada gol. Le sigue Luis Suárez (35 goles, 52,5 puntos), delantero del Ajax que ya no marcará más goles porque la Liga holandesa ya terminó, el lesionado Wayne Rooney (26 goles, 52 puntos), Didier Drogba (26 goles, 52 puntos) y Di Natale (26 goles, 52 puntos).

Desde una perspectiva histórica, Messi podría incluso alcanzar los 47 goles que marcó Ronaldo en una sola temporada como barcelonista: en la 1996-97, el brasileño marcó 34 goles en Liga, 5 en la Recopa, 6 en la Copa y 2 en la Supercopa de España. Messi ya suma esta temporada 44: 31 en Liga, 8 en Champions, 1 en Copa, 2 en la Supercopa de España y 2 en el Mundial de clubes.

Messi, además, ha superado ya las cifras goleadoras en una temporada de jugadores como Samuel Eto'o (30 goles el año pasado) y Romario (30 goles en la temporada 1993-94).

A lo largo de la historia de la Liga, tan sólo nueve jugadores han logrado marcar 31 goles o más durante una sola temporada de Liga. El récord sigue en manos de Telmo Zarra (1950-51) y de Hugo Sánchez (1989-90), autores de 38 goles.

Chivas pierde pero avanza a Cuartos

Vélez Sársfield derrotó 2-0 al Rebaño pero no fue suficiente y el Guadalajara vuelve a dejar fuera a un conjunto argentino en la Libertadores

Chivas mantiene dominio sobre los clubes argentinos. El Rebaño perdió 2-0 ante Vélez Sársfield pero avanzó a los Cuartos de Final de la Copa Libertadores con global de 3-2 por el triunfo en el juego de Ida del Estadio Jalisco.

Vélez se fue rápido al frente con un gol de cabeza de Santiago Silva que a los 3 minutos de partido acortó la distancia, sin embargo las imprecisiones ofensivas del cuadro pampero más la estupenda actuación de Liborio Sánchez evitaron la hazaña argentina.

Rolando Zárate ingresó en la parte final del encuentro y al 90' consiguió el 2-0 que hacia soñar a la afición de Vélez pero las atajadas de Liborio mermaron al menos dos tantos más que les hubieran dado el boleto a la siguiente fase.

En Cuartos de Final, Chivas se medirá con el ganador de la serie entre Once Caldas de Colombia y Libertad de Paraguay, que igualaron sin goles en el choque de Ida y que resolverán el pleito el jueves en Asunción.

Vélez, al menos en el primer tiempo, fue una tromba con el uruguayo Silva virtualmente imparable para la defensa mexicana, en la que se lució su arquero Liborio Sánchez.

La esperanza del Fortín floreció de entrada cuando Sánchez envió de cabeza a la red un centro de Maxi Moralez, ante la algarabía de unas 20 mil personas en la cancha de Vélez.

Después, Silva pudo aumentar a los 21 cuando remató apenas desviado y justo en la media hora con otro golpe de cabeza que derivó en una colosal atajada de Sánchez.

Poco después, el Rebaño tuvo su gran oportunidad con un disparo de Edgar Mejía que el arquero de Vélez, Marcelo Barovero envió al córner. Y ese tiro de esquina derivó en un remate de Christian Pérez que volvió a salvar el golero.

En el complemento, Vélez salió otra vez con todo y fue así como un remate de Moralez resultó apenas desviado y un cabezazo de Rodrigo López fue detenido por Sánchez, en las dos acciones de riesgo durante el primer cuarto de hora de esa etapa.

Sin perder la calma, el Rebaño Sagrado respondió a los 72 minutos con un remate de Ulises Dávila que Barovero envió al córner cuando parecía gol cantado.

jueves, 29 de abril de 2010

Chivas vence a Vélez y da la cara por México

EL Rebaño Sagrado derrotó 3-0 al cuadro argentino con dos tantos de Bravo y uno de Reynoso

Con dos goles de Omar Bravo y uno de Héctor Reynoso, de penalti, las Chivas derrotaron 3-0 a Vélez Sársfield en el encuentro de Ida de los Octavos de Final de la Copa Libertadores, en el Estadio Jalisco.

El Rebaño Sagrado, con un equipo plagado de jóvenes, ante la ausencia de los jugadores que están con la Selección y las lesiones, tuvo una gran actuación en su primera aparición en el torneo continental y obtuvo un excelente resultado.

Tras una gran jugada de Omar Arellano y un centro por la derecha, Omar Bravo llegó barriéndose para empujar el esférico y marcar el primer tanto de las Chivas, al minuto 25.

De nueva cuenta, Bravo se hizo presente en el marcador, al 77'. El delantero de las Chivas conectó con la cabeza un centro del Tepa Solís. La zaga de Vélez pedía fuera de lugar, pero el mochiteco estaba en buena posición.

La última anotación fue obra de Héctor Reynoso, en tiempo de reposición (minuto 92). Omar Bravo fue derribado dentro del área por el portero Montoya, quien fue expulsado. El capitán de las Chivas cobró de forma impecable la pena máxima y decretó un 3-0 sobre Vélez que será una losa muy pesada para el conjunto argentino en el duelo de Vuelta.

Chivas presentará nueva playera en honor al Estadio Jalisco

Guadalajara, Jalisco, lunes 26 de Abril del 2010

La playera tendrá varios detalles interesantes
Para el cotejo ante el Vélez Sarsfield de Argentina, correspondiente a los Octavos de Final de la Copa Santander Libertadores de América, el Guadalajara presentará una nueva camiseta de juego, será de edición especial en honor al Estadio Jalisco, donde el equipo ha jugado por 50 años, en los cuales puso los cimientos de su ahora gran historia.

Y es que Chivas anunció de manera oficial que el próximo 30 de julio inaugurará el Nuevo Estadio con un partido ante el Manchester United, en el cual se le dará la despedida oficial a Javier “Chicharito” Hernández.

El Rebaño vive sus últimos momentos en el inmueble de la Calzada Independencia, ya que de acceder a la siguiente Fase de la Libertadores, la cual será hasta después del Mundial y ésta se jugará en el nuevo Estadio, motivo por el cual consideró la dirigencia que era mejor lanzar la playera en homenaje al Jalisco en un partido de corte internacional.

El Guadalajara con la playera edición especial cuello “V” que jugará mañana, trae en la parte frontal unos gráficos de tres cuartos del nuevo Estadio y se nota perfectamente la cancha; en la parte trasera termina el inmueble, al cual todavía no le ponen nombre.

Un punto importante para destacar, es que regresan las rayas rectas de buen grueso, cinco al frente, aunque solamente tres terminan a la altura del cuello; en la parte trasera es la misma cantidad y sólo tres terminan, dos se pierden debajo de los brazos; una de cada lado.

El Presidente del Rebaño Jorge Vergara, ordenó este diseño, lo palomeó. Así las grandes glorias rojiblancas en el Jalisco se verán en la camiseta nueva, de las cuales muchas fueron en el histórico Jalisco.

Otro detalle de la nueva playera, es que detallará las 11 estrellas que representan los once campeonatos ganados por las Chivas y que lucirán en uno de los hombros a través de estrellas en tono metalizado.

También, contendrá una etiqueta con la información de las fechas más relevantes del equipo en el Estadio Jalisco.

miércoles, 28 de abril de 2010

Tres muertos tras balacera en Tamaulipas

México- Autoridades federales confirmaron que murieron tres supuestos delincuentes y resultaron lesionados ocho oficiales en un enfrentamiento a balazos suscitado entre efectivos de seguridad y narcotraficantes en el estado de Tamaulipas.
Según reportes de las secretarías de la Defensa Nacional (Sedena), de Seguridad Pública y la Procuraduría General de la República (PGR), cinco militares y tres agentes federales resultaron heridos al enfrentarse con presuntos sicarios en la localidad de Río Bravo.
Asimismo, funcionarios de la PGR confirmaron el deceso de tres presuntos delincuentes, quienes fueron abatidos por los agentes federales, en la colonia Militar de esa localidad de Tamaulipas.
La delegación de la Procuraduría federal en la entidad inició una averiguación previa por delitos de violación a la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos, entre otros.
De igual manera se indicó que funcionarios del área de servicios periciales de la PGR ya se trasladaron a la entidad para recabar las pruebas correspondientes, a fin de que el representante social de la federación deslinde responsabilidades.
Además, se dio a conocer que un vehículo y armas de diversos calibres quedaron a disposición del Ministerio Público de la Federación a cargo del caso.

Detienen a agentes federales vinculados con el cártel del Golfo

México- Agentes federales detuvieron a 25 elementos de la extinta Policía Federal de Caminos, actualmente adscritos a la Coordinación de Seguridad Regional de Tampico y vinculados al cártel del Golfo.
Durante su presentación en el hangar de la Policía Federal Preventiva en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el subsecretario de Estrategia e Inteligencia Policial de la SSP federal, José Patricio Patiño Arias, informó que estas personas tenían nexos con Juan Carlos de la Cruz Reyna, alias “El JC”.
Señaló que los uniformados detenidos están acusados de los actos ilícitos de delincuencia organizada, contra la salud y acopio de armas de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas.
Patiño Arias indicó que los 25 agentes federales detenidos formaban una red de protección del cártel del Golfo en Tampico, Tamaulipas.
El funcionario explicó que las indagatorias comenzaron el pasado mes de mayo, a raíz de que elementos del Ejército mexicano y policías federales catearon una casa propiedad de “El JC”, quien fue detenido hace varias semanas en el Distrito Federal.
En ese cateo, agregó, se encontraron evidencias de que un exelemento de la Policía Federal de Caminos, de apellido Soriano, tenía relación con elementos en activo, por lo que al continuar las indagatorias se identificó a los ahora detenidos.
El subsecretario de Estrategia e Inteligencia Policial de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal comentó que hasta el momento no existen evidencias de que esas personas estén relacionadas con el aseguramiento de 11 mil 720 kilogramos de cocaína.
Ese aseguramiento, abundó, tuvo lugar el pasado 5 de octubre en la ciudad de Tampico, pero indicó que continuarán las indagatorias para determinar si existe alguna relación.
El viernes pasado, aún con sus uniformes de oficiales, los sospechosos fueron detenidos, esposados y trasladados al Aeropuerto Francisco Javier Mina, de Tampico, a bordo de un avión Boing 727 de la Policía Federal Preventiva.
Los aprehendidos, en su mayoría oficiales y suboficiales, de entre 25 y 45 años de edad, así como tres mujeres, llegaron al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, donde fueron presentados a los medios de comunicación.
Los detenidos fueron trasladados a instalaciones de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), para rendir su declaración ministerial y para que se determine su situación jurídica.

Mueren al menos 12 civiles por bomba casera en Afganistán

Jost, Afganistán.- Al menos doce civiles murieron este miércoles en la explosión de una bomba casera al paso de un minibús al este de Afganistán, según un nuevo balance comunicado a la AFP por un responsable local.

"Doce personas, incluidos niños y mujeres, murieron en la explosión", declaró Dawlat Khan Qayomi, el jefe del distrito de Tanai, en la provincia de Jost.

Anteriormente, la gobernación local de la provincia anunció la muerte de seis civiles, pero varias fuentes subrayaron que el balance podía agravarse.

Las víctimas volvían a su casa cuando el minibús en que viajaban fue alcanzado por la explosión de una bomba casera, arma usada a menudo por los talibanes, en el distrito de Tanai, provincia de Jost, donde los insurgentes son muy activos, cerca de la frontera con Pakistán.

Según el ONU, los dos tercios de las víctimas civiles en Afganistán mueren en atentados, ataques y asesinatos perpetrados por los insurgentes.

Harry Potter y las Reliquias de la Muerte

Capítulo 4: Los siete Potters

Harry subió corriendo a su habitación, y pudo ver como el carro de los Dursley se alejaba. Tomó la jaula de Hedwig, su Saeta de Fuego, la mochila y bajó nuevamente. Dejo las cosas junto a la escalera y comenzó a explorar la casa, que en otras ocasiones las horas de soledad suponían un lujo, ya que podía hacer lo que quisiera. Le preguntó a Hedwig, que estaba enojada porque últimamente no salía de su jaula, si quería revisar por última vez la casa. Recordó esos pocos momentos felices que tubo ahí dentro. Y finalmente revisó su antigua alacena, que le provoco nostalgia.

Fuera se oyó un rugido ensordecedor. Harry se incorporó rápidamente y se golpeó en la alacena. Fue tambaleándose hasta la cocina mientras se frotaba la cabeza y miró por la ventana que daba al jardín trasero. Unas ondulaciones recorrían la oscuridad. Entonces comenzaron a aparecer unas figuras a medida que se desactivaban sus encantamientos desilusionadores. Hagrid destacaba en medio de la escena, estaba sentado en una enorme motocicleta con sidecar negro. Alrededor otros desmontaban de escobas.

Harry abrió la puerta para salir a saludarlo, Hermione lo abrazó y Ron le dio unas palmadas en al espalda. Ojoloco indicó que se pusieran a cubierto para explicarle el nuevo plan a Harry. Harry los guió hacia la cocina. Estaban: Ron, Hermione, Fred y George, Bill, el señor Weasley, Ojoloco, Tonks, Lupin, Fleur, Kingsley, Hagrid y Mundungus Fletcher. Harry estaba feliz de verlo a todos, incluso a Mundungus. Antes de que Ojoloco explicara el plan se enteró de que Tonks y Lupin se habían casado.

El plan había cambiado debido a que Pius Thicknesse se había cambiado al otro bando y había prohibido usar la Red Flu, ubicar un translador y salir o entrar mediante aparición en esa casa. Como Harry no había cumplido 17 años tenia activado el detector. El detector era el encantamiento que percibía las actividades mágicas realizadas entorno a lo menores de edad, por lo que no podían hacer ningún hechizo para sacarlo de ahí.

El nuevo plan consistía en usar medios de transporte que no necesitaran usar algún hechizo para utilizarlos: escobas, thestrals y la motocicleta de Hagrid. Harry veía fallas en el plan, pero dejo a Ojoloco continuar. El encantamiento de su madre solo se podría romper si Harry cumplía la mayoría de edad o dejaba de llamar a esa casa Hogar. Habían decidido romper el encantamiento antes de que Harry cumpliera la mayoría de edad. Habían dado una pista falsa en el ministerio que decía que Harry seria transladado hasta el día 30, pero no podían confiarse, ya que Voldemort debió de haber puesto vigilancia en caso de que intentaran sacar a Harry antes. Habían puesto protección a varias casas diferentes, donde todas podían ser la casa donde esconder a Harry, ya que tenían relación con la Orden. Harry se dirigiría a la casa de los padres Tonks y ahí usaría un translador para llegar a la madriguera. Harry por fin explico la falla que le veía al plan. El principio los mortifagos podrían no saber a que casa irían, pero se volvería obvio cuando vieran a catorce personas dirigidas a la casa de Tonks. Ojoloco había olvidado explicar la clave del plan: esa noche habría siete Harry Potters surcando el cielo.

Varias personas del grupo tomarían poción multijugos para tomar la forma de Harry. Harry se opuso a ese plan, hacerse pasar por el era una sentencia de muerte. Harry dijo que él podría oponerse a darle los cabellos, pero Fred y George le hicieron ver que 13 contra uno que no puede usar magia, era una gran ventaja y Ojoloco estuvo de acuerdo con ellos, si era necesario le quitarían esos pelos por la fuerza.

Harry finalmente le dio los cabellos y Ojoloco los metió en la poción multijugos que ya traia preparada. Hermione dijo que se veía más apetitoso que Crabbe y Goyle, Ron la miro arqueando las cejas y ella le explicó que se refería a que la poción de Goyle parecía de mocos. Los que tomarían la forma de Harry serían Ron, Hermione, Fred, George, Fleur y Mundungus, quien no estaba feliz con la idea, pero Ojoloco lo había obligado a ir. Todos se tomaron la poción al mismo tiempo. Ojoloco les entregó ropa en cuanto termino su transformación, les dijo que no olvidaran las gafas y que tomaran el equipaje de otra bolsa. Cuando comenzaron a desvestirse a Harry le hubiera gustado decirles que tuvieran mas respeto con su intimidad.

Las parejas eran las siguientes: Ojoloco y Mundungus viajarían en escoba; Arthur y Fred usarían escoba; Lupin y George, también en escoba; Bill y Fleur usarían un thestral; Kingsley y Hermione en el otro thestral; Tonks y Ron en escoba y Hagrid y Harry en la motocicleta. Harry volvió al recibidor para recoger su Saeta, su mochila y la jaula de Hedwig.

Cuando regreso ya todos estaban preparados en su correspondiente transporte, Harry se acomodo como pudo en el sidecar de la motocicleta, que reconoció como la de Sirius. Hagrid le explicó algunas de las modificaciones que le habían echo él y Arthur. Ojoloco indicó que debían salir todos al mismo tiempo para que la maniobra funcionara. Les deseó suerte a todos, contó hasta tres y todos salieron disparados al cielo.

Harry iba demasiado incomodo en el sidecar, sus piernas ya estaban entumecidas. De pronto se vieron rodeados por al menos treinta figuras encapuchadas que formaban un círculo en donde la orden había ido a meterse.

La motocicleta se puso boca abajo y las cosas de Harry resbalaron entre sus rodillas. La escoba cayó girando sobre si misma, pero Harry pudo agarrar la mochila y la jaula de Hedwig y se sintió aliviado. Hubo otro destello de luz verde. La lechuza chilló y se desplomó en la jaula. Hedwig yacía inmóvil en el fondo de la jaula.

Harry no podía ocuparse por el momento de la lechuza su mayor preocupación era la suerte de los demás. Intento hacer que Hagrid regresara para poder ayudarlos, pero Hagrid dijo claramente que su misión era llevarlo sano y salvo. Cuatro mortifagos se habían separado del grupo y los perseguían lanzándoles maldiciones. Harry contraatacaba, pero los mortifagos esquivaban los ataques. Hagrid apretó un botón verde en la motocicleta y del tubo de escape salió una pared de ladrillos que tres mortifagos esquivaron, el cuarto no lo logró y comenzó a caer junto con la pared, uno de sus compañeros regresó a ayudarlo. Hagrid volvió a acelerar. Los dos mortifagos restantes seguían lanzando maldiciones asesinas que pasaban rozando la cabeza de Harry. Hagrid apretó otro botón y del tubo de escape salió una red, pero los mortifagos lo esquivaron. El tercer mortifago, que había vuelto a socorrer a su compañero, estaba de regreso. Hagrid le dijo a Harry que se agarrara fuerte y apretó un botón morado.

Un chorro de fuego de dragón brotó del tubo de escape y la motocicleta salió despedida hacia adelante. Los mortifagos trataban de esquivar las calientes llamas y al mismo tiempo la pieza que sujetaba el sidecar se había rajado y Harry oscilaba amenazadoramente. Hagrid trató de repararlo pero solo terminó de romperlo. El sidecar caía lentamente.

Harry uso Wingardium leviosa para evitar la caída. Y Hagrid regresó por el antes de que los mortifagos lo alcanzaran. Harry utilizó impedimenta con un mortifago que quedó suspendido en el aire provocando que su compañero casi chocara con él. Hagrid por fin alcanzó a Harry y lo saco del sidecar. Harry pudo tomar la mochila y subir a la motocicleta quedando tras Hagrid espalda con espada. Harry apuntó al sidecar y lo hizo explotar. Sintió una punzada de dolor por Hedwig que había explotado junto con el sidecar. La explosión hizo que un mortifago cayera de la escoba.

Otros dos mortifagos seguían persiguiéndolos. Harry disparó un embrujo bloqueador al mortifago más cercano que al virar se le cayó la capucha descubriendo su cara. Harry lo reconoció la cara extrañamente inexpresiva como Stanley Shunpike y usó Expelliarmus.

- ¡Es él! ¡Es él! ¡Es el auténtico! –

El grito del mortifago encapuchado llego a los oídos de Harry a pesar del ruido de la motocicleta y al cabo de un instante ambos mortifagos había desaparecido. Harry le dijo a Hagrid que usara nuevamente el fuego de dragón, quería alejarse lo más rápido posible de ahí. ¿Como lo habían reconocido?

Harry le decía que ya casi llegaban, que estaba por lograrlo. De pronto Harry sintió un dolor tremendo en la cicatriz. Dos mortifagos aparecieron a su lado lanzando maldiciones asesinas. Y entonces lo vio: Voldemort volaba como el humo en el viento. Harry comenzó a lanzar hechizos aturdidores a diestra y siniestra. La motocicleta empezó a caer fuera de control.

Los mortifagos seguían lanzando maldiciones, Harry sentía demasiado dolor en la cicatriz, sentía que en cualquier momento moriría. Un encapuchado llegó a escasos palmos de el y levantó el brazo, pero antes de que pudiera hacer algo más, Hagrid se lanzó contra el y ahora ambos caían hacia el vacío.

Voldemort iba a utilizar Avada Kedabra con Harry. Harry cerró los ojos debido al dolor de la cicatriz y su varita actuó sola. Percibió como tiraba de su mano como un imán y vislumbro una llamarada de fuego dorado a través de sus cerrados parpados. Voldemort dio un chillido y Harry se dio cuenta de que su nariz estaba pegada al botón del fuego de dragón, así que lo apretó.

Harry salió disparado hacia el suelo, intento atraer a Hagrid con un encantamiento convocador pero de nada sirvió. Escuchó como Voldemort le pedía la varita a Selwyn. Sintió como Voldemort estaba a punto de lanzarle otro hechizo, pero de pronto este se desvaneció. Harry vio a Hagrid tendido en el suelo, intentoó enderezar la motocicleta para no chocar con él y buscó el freno, pero se estrelló en una ciénaga con un fuerte golpe.

Harry Potter y la Piedra Filosofal

La historia empieza cuando Harry es dejado en la casa de sus Tíos, los Dursley, por Rubeus Hagrid, Albus Dumbledore y Minerva McGonnagall.
Allí mencionan que Lord Voldemort, el mago más tenebroso de esos tiempos había sido vencido, luego de intentar matar a Harry Potter. Harry sobrevivió a la maldición asesina, con no otra secuela que una cicatriz con forma de rayo en la frente. Como consecuencia de los actos de Voldemort, los padres de Harry, Lily y James, habían muerto, y por eso Harry debía quedarse con sus tíos.
El libro continúa diez años después, donde vemos que Harry no es nada feliz con sus tíos, ni sabe que es mago. Los Dursley malcrían a su hijo Dudley, mientras que a Harry lo tratan como un sirviente.
Harry sospecha que es especial, y mas cuando en el cumpleaños de Dudley, en un zoológico, hace desaparecer un cristal, haciendo caer a su primo en la jaula de una Boa Constrictora.
Poco antes de su cumpleaños Harry recibe una carta de Hogwarts, pero no logra abrirla o causa de su tío, que no quiere que el chico se entere de que puede hacer magia. Los esfuerzos de Vernon no prosperan, y siguen llegando cartas, traídas extrañamente por lechuzas. Para que no haya mas disturbios con las cartas, la familia Dursley con Harry se mudan a una casita en una islita.
El día de cumpleaños de Harry, todavía en esa casita, llega el gigantesco Hagrid a entregarle la carta personalmente, y a desearle feliz cumpleaños. Vernon se tiene que dar por vencido, y Harry se entera de toda la verdad.
La carta decía que Harry estaba invitado a participar del primer año en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechizería. Harry se entusiasma por salir de su vida como muggle, de escaparse de los Dursley, a un lugar donde todos serían como el.
Hagrid lleva a Harry al Callejon Diagon a comprar sus cosas para el colegio. Harry, con el Guardian de Llaves de Hogwarts, va al banco de los magos, Gringotts, donde descubre que sus padres le habían dejado una gran fortuna. Luego, por “asuntos de Hogwarts” van a la cámara 713 y Hagrid se lleva un paquete misterioso… Harry compra una varita, libros, y Hagrid le regala a Hedwig, una lechuza.
Luego empieza el año en Hogwarts.
Al llegar Harry descubre que hay cuatro casas; Gryffindor, Slytherin, Ravenclaw y Hufflepuff, y que va a ser asignador a una. Ron Weasley, un chico que había conocido en el tren que los llevaba al Colegio, le dice que en Slytherin estaban los magos malos, y Harry desea no entrar a esa casa. Finalmente termina con Ronald en Gryffindor, y el que acaba en Slytherin es Draco Malfoy, un chico que había insultado a Ron. El director de Hogwarts, Dumbledore, dice que ese año no se iba a poder entrar en un cuarto del tercer piso. Allí cursa materias antes desconocidas para él, como Pociones, con el Profesor Snape, Defensa Contra las Artes Oscuras, con el Profesor Quirrell, Encantamientos, Transformaciones, y otras más. Harry conoce a Ron Weasley, y se hacen muy amigos. Luego de vencer a un troll en Halloween, Harry se hace otra mejor amiga; Hermione Granger.
En Navidad, Harry recibe anónimamente una capa invisible, que oculta a la vista de los demás al que la usa. Una nota dice que era de su padre, y que la utilice bien.

Harry encuentra un espejo, llamado espejo de Oesed. Muestra el más grande deseo de la persona que lo ve; Harry ve en el espejo a sus padres y a toda su familia. Dumbledore le dice que ese espejo muestra el deseo de la persona, pero que pronto será llevado a otra parte, dada a la adicción que provoca.
Harry, Neville Longbottom y Hermione llegan por accidente al prohibido tercer piso, donde encuentran un perro de tres cabezas.
Una noche Harry, Hermione, Neville y Malfoy quedan castigados porque los dos primeros habían visitado a Hagrid, Malfoy los estaba espíando y Neville les iba a avisar a los dos amigos lo que hacía Draco y Filch los atrapó a todos. Como castigo tuvieron que ir al Bosque Prohibido con Hagrid.
En el bosque encontraron sangre de unicornio y Hagrid les dijo que is la tomabas te servia para seguir viviendo. Luego Harry ve a alguien bebiendo de un unicornio, y cai lo ataca pero fue salvado por el Centauro Firenze.
El centauro le revela que en el colegio tienen la piedra filosofal, una piedra que da vida eterna. Dice que Voldemort era el que estaba tomando eso. Harry se da cuenta que Fluffy (el perro de tres cabezas, que es de Hagrid) vigila una puerta trampa que hay bajo su cuerpo. Al parecer, está cuidando algo. Harry, Ron y Hermione estaban seguros de que la Piedra Filosofal era lo que estaba cuidando el Perro. El acontecimiento del Troll, y otras cosas más, hacen sospechar al Trío que Snape quiere robar la piedra, y hacer el Elixir para revivir a Voldemort.
Un día Hagrid les dice accidentalmente como dormir a Fluffy, y Harry, sabiendo que Sanpe había ido a robar la Piedra, junto con Hermione y Ron, se encamina al tercer piso. En el camino se encuentran con Neville, que trata de detenerlos, sin éxito. Al llegar con Fluffy se encuentran con que se durmio con un arpa que se tocaba sola, y logran bajar por la puerta trampa. Alli abajo se encuentran con una serie de pruebas como un ajedrez gigante y un acertijo de ingenio de pociones. Al final, Harry queda solo para ir a enfrentas a Snape.
Harry entra al ultimo cuarto, donde se encuentra con Quirrell. Asi es, no era Snape, era el Profesor Quirrell. Él había soltado al troll, y embrujado la escoba de Harry en otra ocasión. El Maestro de Defensa se estaba mirando al espejo de Oesed. Una voz aparece de la nada. ¡Usa al muchacho!, dice la voz. Quirrell se saca el turbante de su cabeza, y donde debería estar su nuca, está la cara de Lord Voldemort. Quirrel hace reflejarse a Harry en el espejo. Al reflejarse en él, El Niño Que Vivió se ve con la Piedra Filosofal, y mágicamente y sin saber como ésta aparece en su bolsillo. Luego, Quirrell se saca su turbante y se da vuelta. En vez de su nuca, esta la cara de Voldemort. El Señor Tenebroso trata de tentar a Harry para que le dé la piedra, con promesas de poder, pero Harry no se deja vencer. Luego, Quirrell trata de arrebatarsela, pero Harry lo toca y ve que se empieza a quemar. Al final, Harry lo sigue tocando y Voldemort-Quirrell se hace cenizas. Luego se desmaya.
Se despierta en la enfermería y Dumbledore le dice que Quirrell murió, y Voldemort escapó. También el director había sido el que le había mandado la capa de invisibilidad a Harry.
Finalmente, el banquete de fin de año. Cuando Harry entra al Gran Comedor se encuentra con decoraciones verde y plata: Slytherin había ganado. Pero luego de agragarle a Harry, Ron y Hermione puntos, Gryffindor y Slytherin quedaron empatados. Finalmente, se le agregan unos pocos puntos mas a Neville por haber intentado detener al Trío. Gryffindor había ganado la Copa de las Casas.

2012 LA PROFECIA MAYA

El hallazgo del llamado Códice K en las ruinas mayas de Palenque permitió descubrir la asombrosa profecía que contiene. ¿Qué ocurrirá en 2012? Esta obra nos habla del contenido del códice y de un salto evolutivo enmarcado en un escenario de profundos cambios sociales y de cataclismos devastadores. ¿Verdaderamente fueron capaces los mayas, a través de sus precisos calendarios, de predecir acontecimientos del futuro? Y lo que es más inquietante: ¿estamos a las puertas del episodio más importante en la historia de la humanidad? Alberto Beuttenmüller es un periodista apasionado por la civilización maya y un experto en los misterios de aquella enigmática cultura en los que penetró de la mano del antropólogo José Argüelles y del anciano sabio maya Hunbatz Men, último guardián de los antiguos conocimientos de su pueblo. En este libro el autor desvela el secreto del próximo destino de la humanidad disfrazando su relato en forma novelada

Orgullo y Prejuicio

CAPÍTULO I

Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa.

Sin embargo, poco se sabe de los sentimientos u opiniones de un hombre de tales condiciones cuando entra a formar parte de un vecindario. Esta verdad está tan arraigada en las mentes de algunas de las familias que lo rodean, que algunas le consideran de su legítima propiedad y otras de la de sus hijas.

––Mi querido señor Bennet ––le dijo un día su esposa––, ¿sabías que, por fin, se ha alquilado Netherfield Park?

El señor Bennet respondió que no.

––Pues así es ––insistió ella––; la señora Long ha estado aquí hace un momento y me lo ha contado todo.

El señor Bennet no hizo ademán de contestar.

––¿No quieres saber quién lo ha alquilado? ––se impacientó su esposa.

––Eres tú la que quieres contármelo, y yo no tengo inconveniente en oírlo.

Esta sugerencia le fue suficiente.

––Pues sabrás, querido, que la señora Long dice que Netherfield ha sido alquilado por un joven muy rico del norte de Inglaterra; que vino el lunes en un landó de cuatro caballos para ver el lugar; y que se quedó tan encantado con él que inmediatamente llegó a un acuerdo con el señor Morris; que antes de San Miguel vendrá a ocuparlo; y que algunos de sus criados estarán en la casa a finales de la semana que viene.

––¿Cómo se llama?

––Bingley.

––¿Está casado o soltero?

––¡Oh!, soltero, querido, por supuesto. Un hombre soltero y de gran fortuna; cuatro o cinco mil libras al año. ¡Qué buen partido para nuestras hijas!

––¿Y qué? ¿En qué puede afectarles?

––Mi querido señor Bennet ––contestó su esposa––, ¿cómo puedes ser tan ingenuo? Debes saber que estoy pensando en casarlo con una de ellas.

––¿Es ese el motivo que le ha traído?

––¡Motivo! Tonterías, ¿cómo puedes decir eso? Es muy posible que se enamore de una de ellas, y por eso debes ir a visitarlo tan pronto como llegue.

––No veo la razón para ello. Puedes ir tú con las muchachas o mandarlas a ellas solas, que tal vez sea mejor; como tú eres tan guapa como cualquiera de ellas, a lo mejor el señor Bingley te prefiere a ti.

––Querido, me adulas. Es verdad que en un tiempo no estuve nada mal, pero ahora no puedo pretender ser nada fuera de lo común. Cuando una mujer tiene cinco hijas creciditas, debe dejar de pensar en su propia belleza.

––En tales casos, a la mayoría de las mujeres no les queda mucha belleza en qué pensar.

––Bueno, querido, de verdad, tienes que ir a visitar al señor Bingley en cuanto se instale en el vecindario.

––No te lo garantizo.

––Pero piensa en tus hijas. Date cuenta del partido que sería para una de ellas. Sir Willam y lady Lucas están decididos a ir, y sólo con ese propósito. Ya sabes que normalmente no visitan a los nuevos vecinos. De veras, debes ir, porque para nosotras será imposible visitarlo si tú no lo haces.

––Eres demasiado comedida. Estoy seguro de que el señor Bingley se alegrará mucho de veros; y tú le llevarás unas líneas de mi parte para asegurarle que cuenta con mi más sincero consentimiento para que contraiga matrimonio con una de ellas; aunque pondré alguna palabra en favor de mi pequeña Lizzy.

––Me niego a que hagas tal cosa. Lizzy no es en nada mejor que las otras, no es ni la mitad de guapa que Jane, ni la mitad de alegre que Lydia. Pero tú siempre la prefieres a ella.

––Ninguna de las tres es muy recomendable ––le respondió––. Son tan tontas e ignorantes como las demás muchachas; pero Lizzy tiene algo más de agudeza que sus hermanas.

––¡Señor Bennet! ¿Cómo puedes hablar así de tus hijas? Te encanta disgustarme. No tienes compasión de mis pobres nervios.

––Te equivocas, querida. Les tengo mucho respeto a tus nervios. Son viejos amigos míos. Hace por lo menos veinte años que te oigo mencionarlos con mucha consideración.

––¡No sabes cuánto sufro!

––Pero te pondrás bien y vivirás para ver venir a este lugar a muchos jóvenes de esos de cuatro mil libras al año.

––No serviría de nada si viniesen esos veinte jóvenes y no fueras a visitarlos.

––Si depende de eso, querida, en cuanto estén aquí los veinte, los visitaré a todos.

El señor Bennet era una mezcla tan rara entre ocurrente, sarcástico, reservado y caprichoso, que la experiencia de veintitrés años no habían sido suficientes para que su esposa entendiese su carácter. Sin embargo, el de ella era menos difícil, era una mujer de poca inteligencia, más bien inculta y de temperamento desigual. Su meta en la vida era casar a sus hijas; su consuelo, las visitas y el cotilleo.

CAPÍTULO II

El señor Bennet fue uno de los primeros en presentar sus respetos al señor Bingley. Siempre tuvo la intención de visitarlo, aunque, al final, siempre le aseguraba a su esposa que no lo haría; y hasta la tarde después de su visita, su mujer no se enteró de nada. La cosa se llegó a saber de la siguiente manera: observando el señor Bennet cómo su hija se colocaba un sombrero, dijo:

––Espero que al señor Bingley le guste, Lizzy.

––¿Cómo podemos saber qué le gusta al señor Bingley ––dijo su esposa resentida–– si todavía no hemos ido a visitarlo?

––Olvidas, mamá ––dijo Elizabeth–– que lo veremos en las fiestas, y que la señora Long ha prometido presentárnoslo.

––No creo que la señora Long haga semejante cosa. Ella tiene dos sobrinas en quienes pensar; es egoísta e hipócrita y no merece mi confianza.

––Ni la mía tampoco ––dijo el señor Bennet–– y me alegro de saber que no dependes de sus servicios. La señora Bennet no se dignó contestar; pero incapaz de contenerse empezó a reprender a una de sus hijas.

––¡Por el amor de Dios, Kitty no sigas tosiendo así! Ten compasión de mis nervios. Me los estás destrozando.

––Kitty no es nada discreta tosiendo ––dijo su padre––. Siempre lo hace en momento inoportuno.

––A mí no me divierte toser ––replicó Kitty quejándose.

––¿Cuándo es tu próximo baile, Lizzy?

––De mañana en quince días.

––Sí, así es ––exclamó la madre––. Y la señora Long no volverá hasta un día antes; así que le será imposible presentarnos al señor Bingley, porque todavía no le conocerá.

––Entonces, señora Bennet, puedes tomarle la delantera a tu amiga y presentárselo tú a ella.

––Imposible, señor Bennet, imposible, cuando yo tampoco le conozco. ¿Por qué te burlas?

––Celebro tu discreción. Una amistad de quince días es verdaderamente muy poco. En realidad, al cabo de sólo dos semanas no se puede saber muy bien qué clase de hombre es. Pero si no nos arriesgamos nosotros, lo harán otros. Al fin y al cabo, la señora Long y sus sobrinas pueden esperar a que se les presente su oportunidad; pero, no obstante, como creerá que es un acto de delicadeza por su parte el declinar la atención, seré yo el que os lo presente.

Las muchachas miraron a su padre fijamente. La señora Bennet se limitó a decir:

––¡Tonterías, tonterías!

––¿Qué significa esa enfática exclamación? ––preguntó el señor Bennet––. ¿Consideras las fórmulas de presentación como tonterías, con la importancia que tienen? No estoy de acuerdo contigo en eso. ¿Qué dices tú, Mary? Que yo sé que eres una joven muy reflexiva, y que lees grandes libros y los resumes.

Mary quiso decir algo sensato, pero no supo cómo.

––Mientras Mary aclara sus ideas ––continuó él––, volvamos al señor Bingley.

––¡Estoy harta del señor Bingley! ––gritó su esposa.

––Siento mucho oír eso; ¿por qué no me lo dijiste antes? Si lo hubiese sabido esta mañana, no habría ido a su casa. ¡Mala suerte! Pero como ya le he visitado, no podemos renunciar a su amistad ahora.

El asombro de las señoras fue precisamente el que él deseaba; quizás el de la señora Bennet sobrepasara al resto; aunque una vez acabado el alboroto que produjo la alegría, declaró que en el fondo era lo que ella siempre había figurado.

––¡Mi querido señor Bennet, que bueno eres! Pero sabía que al final te convencería. Estaba segura de que quieres lo bastante a tus hijas como para no descuidar este asunto. ¡Qué contenta estoy! ¡Y qué broma tan graciosa, que hayas ido esta mañana y no nos hayas dicho nada hasta ahora!

––Ahora, Kitty, ya puedes toser cuanto quieras ––dijo el señor Bennet; y salió del cuarto fatigado por el entusiasmo de su mujer.

––¡Qué padre más excelente tenéis, hijas! ––dijo ella una vez cerrada la puerta––. No sé cómo podréis agradecerle alguna vez su amabilidad, ni yo tampoco, en lo que a esto se refiere. A estas alturas, os aseguro que no es agradable hacer nuevas amistades todos los días. Pero por vosotras haríamos cualquier cosa. Lydia, cariño, aunque eres la más joven, apostaría a que el señor Bingley bailará contigo en el próximo baile.

––Estoy tranquila ––dijo Lydia firmemente––, porque aunque soy la más joven, soy la más alta.

El resto de la tarde se lo pasaron haciendo conjeturas sobre si el señor Bingley devolvería pronto su visita al señor Bennet, y determinando cuándo podrían invitarle a cenar.





CAPÍTULO III



Por más que la señora Bennet, con la ayuda de sus hijas, preguntase sobre el tema, no conseguía sacarle a su marido ninguna descripción satisfactoria del señor Bingley. Le atacaron de varias maneras: con preguntas clarísimas, suposiciones ingeniosas, y con indirectas; pero por muy hábiles que fueran, él las eludía todas. Y al final se vieron obligadas a aceptar la información de segunda mano de su vecina lady Lucas. Su impresión era muy favorable, sir William había quedado encantado con él. Era joven, guapísimo, extremadamente agradable y para colmo pensaba asistir al próximo baile con un grupo de amigos. No podía haber nada mejor. El que fuese aficionado al baile era verdaderamente una ventaja a la hora de enamorarse; y así se despertaron vivas esperanzas para conseguir el corazón del señor Bingley. ––Si pudiera ver a una de mis hijas viviendo felizmente en Netherfield, y a las otras igual de bien casadas, ya no desearía más en la vida le dijo la señora Bennet a su marido.

Pocos días después, el señor Bingley le devolvió la visita al señor Bennet y pasó con él diez minutos en su biblioteca. Él había abrigado la esperanza de que se le permitiese ver a las muchachas de cuya belleza había oído hablar mucho; pero no vio más que al padre. Las señoras fueron un poco más afortunadas, porque tuvieron la ventaja de poder comprobar desde una ventana alta que el señor Bingley llevaba un abrigo azul y montaba un caballo negro.

Poco después le enviaron una invitación para que fuese a cenar. Y cuando la señora Bennet tenía ya planeados los manjares que darían crédito de su buen hacer de ama de casa, recibieron una respuesta que echaba todo a perder. El señor Bingley se veía obligado a ir a la ciudad al día siguiente, y en consecuencia no podía aceptar el honor de su invitación. La señora Bennet se quedó bastante desconcertada. No podía imaginar qué asuntos le reclamaban en la ciudad tan poco tiempo después de su llegada a Hertfordshire; y empezó a temer que iba a andar siempre revoloteando de un lado para otro sin establecerse definitivamente y como es debido en Netherfield. Lady Lucas apaciguó un poco sus temores llegando a la conclusión de que sólo iría a Londres para reunir a un grupo de amigos para la fiesta. Y pronto corrió el rumor de que Bingley iba a traer a doce damas y a siete caballeros para el baile. Las muchachas se afligieron por semejante número de damas; pero el día antes del baile se consolaron al oír que en vez de doce había traído sólo a seis, cinco hermanas y una prima. Y cuando el día del baile entraron en el salón, sólo eran cinco en total: el señor Bingley, sus dos hermanas, el marido de la mayor y otro joven.

El señor Bingley era apuesto, tenía aspecto de caballero, semblante agradable y modales sencillos y poco afectados. Sus hermanas eran mujeres hermosas y de indudable elegancia. Su cuñado, el señor Hurst, casi no tenía aspecto de caballero; pero fue su amigo el señor Darcy el que pronto centró la atención del salón por su distinguida personalidad, era un hombre alto, de bonitas facciones y de porte aristocrático. Pocos minutos después de su entrada ya circulaba el rumor de que su renta era de diez mil libras al año. Los señores declaraban que era un hombre que tenía mucha clase; las señoras decían que era mucho más guapo que Bingley, siendo admirado durante casi la mitad de la velada, hasta que sus modales causaron tal disgusto que hicieron cambiar el curso de su buena fama; se descubrió que era un hombre orgulloso, que pretendía estar por encima de todos los demás y demostraba su insatisfacción con el ambiente que le rodeaba; ni siquiera sus extensas posesiones en Derbyshire podían salvarle ya de parecer odioso y desagradable y de que se considerase que no valía nada comparado con su amigo.

El señor Bingley enseguida trabó amistad con las principales personas del salón; era vivo y franco, no se perdió ni un solo baile, lamentó que la fiesta acabase tan temprano y habló de dar una él en Netherfield. Tan agradables cualidades hablaban por sí solas. ¡Qué diferencia entre él y su amigo! El señor Darcy bailó sólo una vez con la señora Hurst y otra con la señorita Bingley, se negó a que le presentasen a ninguna otra dama y se pasó el resto de la noche deambulando por el salón y hablando de vez en cuando con alguno de sus acompañantes. Su carácter estaba definitivamente juzgado. Era el hombre más orgulloso y más antipático del mundo y todos esperaban que no volviese más por allí. Entre los más ofendidos con Darcy estaba la señora Bennet, cuyo disgusto por su comportamiento se había agudizado convirtiéndose en una ofensa personal por haber despreciado a una de sus hijas.

Había tan pocos caballeros que Elizabeth Bennet se había visto obligada a sentarse durante dos bailes; en ese tiempo Darcy estuvo lo bastante cerca de ella para que la muchacha pudiese oír una conversación entre él y el señor Bingley, que dejó el baile unos minutos para convencer a su amigo de que se uniese a ellos.

––Ven, Darcy ––le dijo––, tienes que bailar. No soporto verte ahí de pie, solo y con esa estúpida actitud. Es mejor que bailes.

––No pienso hacerlo. Sabes cómo lo detesto, a no ser que conozca personalmente a mi pareja. En una fiesta como ésta me sería imposible. Tus hermanas están comprometidas, y bailar con cualquier otra mujer de las que hay en este salón sería como un castigo para mí.

––No deberías ser tan exigente y quisquilloso ––se quejó Bingley––. ¡Por lo que más quieras! Palabra de honor, nunca había visto a tantas muchachas tan encantadoras como esta noche; y hay algunas que son especialmente bonitas.

––Tú estás bailando con la única chica guapa del salón ––dijo el señor Darcy mirando a la mayor de las Bennet.

––¡Oh! ¡Ella es la criatura más hermosa que he visto en mi vida! Pero justo detrás de ti está sentada una de sus hermanas que es muy guapa y apostaría que muy agradable. Deja que le pida a mi pareja que te la presente.

––¿Qué dices? ––y, volviéndose, miró por un momento a Elizabeth, hasta que sus miradas se cruzaron, él apartó inmediatamente la suya y dijo fríamente: ––No está mal, aunque no es lo bastante guapa como para tentarme; y no estoy de humor para hacer caso a las jóvenes que han dado de lado otros. Es mejor que vuelvas con tu pareja y disfrutes de sus sonrisas porque estás malgastando el tiempo conmigo.

El señor Bingley siguió su consejo. El señor Darcy se alejó; y Elizabeth se quedó allí con sus no muy cordiales sentimientos hacia él. Sin embargo, contó la historia a sus amigas con mucho humor porque era graciosa y muy alegre, y tenía cierta disposición a hacer divertidas las cosas ridículas.

En resumidas cuentas, la velada transcurrió agradablemente para toda la familia. La señora Bennet vio cómo su hija mayor había sido admirada por los de Netherfield. El señor Bingley había bailado con ella dos veces, y sus hermanas estuvieron muy atentas con ella. Jane estaba tan satisfecha o más que su madre, pero se lo guardaba para ella. Elizabeth se alegraba por Jane. Mary había oído cómo la señorita Bingley decía de ella que era la muchacha más culta del vecindario. Y Catherine y Lydia habían tenido la suerte de no quedarse nunca sin pareja, que, como les habían enseñado, era de lo único que debían preocuparse en los bailes. Así que volvieron contentas a Longbourn, el pueblo donde vivían y del que eran los principales habitantes. Encontraron al señor Bennet aún levantado; con un libro delante perdía la noción del tiempo; y en esta ocasión sentía gran curiosidad por los acontecimientos de la noche que había despertado tanta expectación. Llegó a creer que la opinión de su esposa sobre el forastero pudiera ser desfavorable; pero pronto se dio cuenta de que lo que iba a oír era todo lo contrario.

––¡Oh!, mi querido señor Bennet ––dijo su esposa al entrar en la habitación––. Hemos tenido una velada encantadora, el baile fue espléndido. Me habría gustado que hubieses estado allí. Jane despertó tal admiración, nunca se había visto nada igual. Todos comentaban lo guapa que estaba, y el señor Bingley la encontró bellísima y bailó con ella dos veces. Fíjate, querido; bailó con ella dos veces. Fue a la única de todo el salón a la que sacó a bailar por segunda vez. La primera a quien sacó fue a la señorita Lucas. Me contrarió bastante verlo bailar con ella, pero a él no le gustó nada. ¿A quién puede gustarle?, ¿no crees? Sin embargo pareció quedarse prendado de Jane cuando la vio bailar. Así es que preguntó quién era, se la presentaron y le pidió el siguiente baile. Entonces bailó el tercero con la señorita King, el cuarto con María Lucas, el quinto otra vez con Jane, el sexto con Lizzy y el boulanger...

––¡Si hubiese tenido alguna compasión de mí ––gritó el marido impaciente–– no habría gastado tanto! ¡Por el amor de Dios, no me hables más de sus parejas! ¡Ojalá se hubiese torcido un tobillo en el primer baile!

––¡Oh, querido mío! Me tiene fascinada, es increíblemente guapo, y sus hermanas son encantadoras. Llevaban los vestidos más elegantes que he visto en mi vida. El encaje del de la señora Hurst...

Aquí fue interrumpida de nuevo. El señor Bennet protestó contra toda descripción de atuendos. Por lo tanto ella se vio obligada a pasar a otro capítulo del relato, y contó, con gran amargura y algo de exageración, la escandalosa rudeza del señor Darcy.

––Pero puedo asegurarte ––añadió–– que Lizzy no pierde gran cosa con no ser su tipo, porque es el hombre más desagradable y horrible que existe, y no merece las simpatías de nadie. Es tan estirado y tan engreído que no hay forma de soportarle. No hacía más que pasearse de un lado para otro como un pavo real. Ni siquiera es lo bastante guapo para que merezca la pena bailar con él. Me habría gustado que hubieses estado allí y que le hubieses dado una buena lección. Le detesto.



CAPÍTULO IV

Cuando Jane y Elizabeth se quedaron solas, la primera, que había sido cautelosa a la hora de elogiar al señor Bingley, expresó a su hermana lo mucho que lo admiraba.

––Es todo lo que un hombre joven debería ser ––dijo ella––, sensato, alegre, con sentido del humor; nunca había visto modales tan desenfadados, tanta naturalidad con una educación tan perfecta.

––Y también es guapo ––replicó Elizabeth––, lo cual nunca está de más en un joven. De modo que es un hombre completo.

––Me sentí muy adulada cuando me sacó a bailar por segunda vez. No esperaba semejante cumplido.

––¿No te lo esperabas? Yo sí. Ésa es la gran diferencia entre nosotras. A ti los cumplidos siempre te cogen de sorpresa, a mí, nunca. Era lo más natural que te sacase a bailar por segunda vez. No pudo pasarle inadvertido que eras cinco veces más guapa que todas las demás mujeres que había en el salón. No agradezcas su galantería por eso. Bien, la verdad es que es muy agradable, apruebo que te guste. Te han gustado muchas personas estúpidas.

––¡Lizzy, querida!

––¡Oh! Sabes perfectamente que tienes cierta tendencia a que te guste toda la gente. Nunca ves un defecto en nadie. Todo el mundo es bueno y agradable a tus ojos. Nunca te he oído hablar mal de un ser humano en mi vida.

––No quisiera ser imprudente al censurar a alguien; pero siempre digo lo que pienso.

––Ya lo sé; y es eso lo que lo hace asombroso. Estar tan ciega para las locuras y tonterías de los demás, con el buen sentido que tienes. Fingir candor es algo bastante corriente, se ve en todas partes. Pero ser cándido sin ostentación ni premeditación, quedarse con lo bueno de cada uno, mejorarlo aun, y no decir nada de lo malo, eso sólo lo haces tú. Y también te gustan sus hermanas, ¿no es así? Sus modales no se parecen en nada a los de él.

––Al principio desde luego que no, pero cuando charlas con ellas son muy amables. La señorita Bingley va a venir a vivir con su hermano y ocuparse de su casa. Y, o mucho me equivoco, o estoy segura de que encontraremos en ella una vecina encantadora.

Elizabeth escuchaba en silencio, pero no estaba convencida. El comportamiento de las hermanas de Bingley no había sido a propósito para agradar a nadie. Mejor observadora que su hermana, con un temperamento menos flexible y un juicio menos propenso a dejarse influir por los halagos, Elizabeth estaba poco dispuesta a aprobar a las Bingley. Eran, en efecto, unas señoras muy finas, bastante alegres cuando no se las contrariaba y, cuando ellas querían, muy agradables; pero orgullosas y engreídas. Eran bastante bonitas; habían sido educadas en uno de los mejores colegios de la capital y poseían una fortuna de veinte mil libras; estaban acostumbradas a gastar más de la cuenta y a relacionarse con gente de rango, por lo que se creían con el derecho de tener una buena opinión de sí mismas y una pobre opinión de los demás. Pertenecían a una honorable familia del norte de Inglaterra, circunstancia que estaba más profundamente grabada en su memoria que la de que tanto su fortuna como la de su hermano había sido hecha en el comercio.

El señor Bingley heredó casi cien mil libras de su padre, quien ya había tenido la intención de comprar una mansión pero no vivió para hacerlo. El señor Bingley pensaba de la misma forma y a veces parecía decidido a hacer la elección dentro de su condado; pero como ahora disponía de una buena casa y de la libertad de un propietario, los que conocían bien su carácter tranquilo dudaban el que no pasase el resto de sus días en Netherfield y dejase la compra para la generación venidera.

Sus hermanas estaban ansiosas de que él tuviera una mansión de su propiedad. Pero aunque en la actualidad no fuese más que arrendatario, la señorita Bingley no dejaba por eso de estar deseosa de presidir su mesa; ni la señora Hurst, que se había casado con un hombre más elegante que rico, estaba menos dispuesta a considerar la casa de su hermano como la suya propia siempre que le conviniese.

A los dos años escasos de haber llegado el señor Bingley a su mayoría de edad, una casual recomendación le indujo a visitar la posesión de Netherfield. La vio por dentro y por fuera durante media hora, y se dio por satisfecho con las ponderaciones del propietario, alquilándola inmediatamente.

Ente él y Darcy existía una firme amistad a pesar de tener caracteres tan opuestos. Bingley había ganado la simpatía de Darcy por su temperamento abierto y dócil y por su naturalidad, aunque no hubiese una forma de ser que ofreciese mayor contraste a la suya y aunque él parecía estar muy satisfecho de su carácter. Bingley sabía el respeto que Darcy le tenía, por lo que confiaba plenamente en él, así como en su buen criterio. Entendía a Darcy como nadie. Bingley no era nada tonto, pero Darcy era mucho más inteligente. Era al mismo tiempo arrogante, reservado y quisquilloso, y aunque era muy educado, sus modales no le hacían nada atractivo. En lo que a esto respecta su amigo tenía toda la ventaja, Bingley estaba seguro de caer bien dondequiera que fuese, sin embargo Darcy era siempre ofensivo.

El mejor ejemplo es la forma en la que hablaron de la fiesta de Meryton. Bingley nunca había conocido a gente más encantadora ni a chicas más guapas en su vida; todo el mundo había sido de lo más amable y atento con él, no había habido formalidades ni rigidez, y pronto se hizo amigo de todo el salón; y en cuanto a la señorita Bennet, no podía concebir un ángel que fuese más bonito. Por el contrario, Darcy había visto una colección de gente en quienes había poca belleza y ninguna elegancia, por ninguno de ellos había sentido el más mínimo interés y de ninguno había recibido atención o placer alguno. Reconoció que la señorita Bennet era hermosa, pero sonreía demasiado. La señora Hurst y su hermana lo admitieron, pero aun así les gustaba y la admiraban, dijeron de ella que era una muchacha muy dulce y que no pondrían inconveniente en conocerla mejor. Quedó establecido, pues, que la señorita Bennet era una muchacha muy dulce y por esto el hermano se sentía con autorización para pensar en ella como y cuando quisiera.



CAPÍTULO V

A poca distancia de Longbourn vivía una familia con la que los Bennet tenían especial amistad. Sir William Lucas había tenido con anterioridad negocios en Meryton, donde había hecho una regular fortuna y se había elevado a la categoría de caballero por petición al rey durante su alcaldía. Esta distinción se le había subido un poco a la cabeza y empezó a no soportar tener que dedicarse a los negocios y vivir en una pequeña ciudad comercial; así que dejando ambos se mudó con su familia a una casa a una milla de Meryton, denominada desde entonces Lucas Lodge, donde pudo dedicarse a pensar con placer en su propia importancia, y desvinculado de sus negocios, ocuparse solamente de ser amable con todo el mundo. Porque aunque estaba orgulloso de su rango, no se había vuelto engreído; por el contrario, era todo atenciones para con todo el mundo. De naturaleza inofensivo, sociable y servicial, su presentación en St. James le había hecho además, cortés.

La señora Lucas era una buena mujer aunque no lo bastante inteligente para que la señora Bennet la considerase una vecina valiosa. Tenían varios hijos. La mayor, una joven inteligente y sensata de unos veinte años, era la amiga íntima de Elizabeth.

Que las Lucas y las Bennet se reuniesen para charlar después de un baile, era algo absolutamente necesario, y la mañana después de la fiesta, las Lucas fueron a Longbourn para cambiar impresiones.

––Tú empezaste bien la noche, Charlotte ––dijo la señora Bennet fingiendo toda amabilidad posible hacia la señorita Lucas––. Fuiste la primera que eligió el señor Bingley.

––Sí, pero pareció gustarle más la segunda.

––¡Oh! Te refieres a Jane, supongo, porque bailó con ella dos veces. Sí, parece que le gustó; sí, creo que sí. Oí algo, no sé, algo sobre el señor Robinson.

––Quizá se refiera a lo que oí entre él y el señor Robinson, ¿no se lo he contado? El señor Robinson le preguntó si le gustaban las fiestas de Meryton, si no creía que había muchachas muy hermosas en el salón y cuál le parecía la más bonita de todas. Su respuesta a esta última pregunta fue inmediata: «La mayor de las Bennet, sin duda. No puede haber más que una opinión sobre ese particular.»

––¡No me digas! Parece decidido a... Es como si... Pero, en fin, todo puede acabar en nada.

––Lo que yo oí fue mejor que lo que oíste tú, ¿verdad, Elizabeth? ––dijo Charlotte––. Merece más la pena oír al señor Bingley que al señor Darcy, ¿no crees? ¡Pobre Eliza! Decir sólo: «No está mal. »

––Te suplico que no le metas en la cabeza a Lizzy que se disguste por Darcy. Es un hombre tan desagradable que la desgracia sería gustarle. La señora Long me dijo que había estado sentado a su lado y que no había despegado los labios.

––¿Estás segura, mamá? ¿No te equivocas? Yo vi al señor Darcy hablar con ella.

––Sí, claro; porque ella al final le preguntó si le gustaba Netherfield, y él no tuvo más remedio que contestar; pero la señora Long dijo que a él no le hizo ninguna gracia que le dirigiese la palabra.

––La señorita Bingley me dijo ––comentó Jane que él no solía hablar mucho, a no ser con sus amigos íntimos. Con ellos es increíblemente agradable.

––No me creo una palabra, querida. Si fuese tan agradable habría hablado con la señora Long. Pero ya me imagino qué pasó. Todo el mundo dice que el orgullo no le cabe en el cuerpo, y apostaría a que oyó que la señora Long no tiene coche y que fue al baile en uno de alquiler.

––A mí no me importa que no haya hablado con la señora Long ––dijo la señorita Lucas––, pero desearía que hubiese bailado con Eliza.

––Yo que tú, Lizzy ––agregó la madre––, no bailaría con él nunca más.

––Creo, mamá, que puedo prometerte que nunca bailaré con él.

––El orgullo ––dijo la señorita Lucas–– ofende siempre, pero a mí el suyo no me resulta tan ofensivo. Él tiene disculpa. Es natural que un hombre atractivo, con familia, fortuna y todo a su favor tenga un alto concepto de sí mismo. Por decirlo de algún modo, tiene derecho a ser orgulloso.

––Es muy cierto ––replicó Elizabeth––, podría perdonarle fácilmente su orgullo si no hubiese mortificado el mío.

––El orgullo ––observó Mary, que se preciaba mucho de la solidez de sus reflexiones––, es un defecto muy común. Por todo lo que he leído, estoy convencida de que en realidad es muy frecuente que la naturaleza humana sea especialmente propensa a él, hay muy pocos que no abriguen un sentimiento de autosuficiencia por una u otra razón, ya sea real o imaginaria. La vanidad y el orgullo son cosas distintas, aunque muchas veces se usen como sinónimos. El orgullo está relacionado con la opinión que tenemos de nosotros mismos; la vanidad, con lo que quisiéramos que los demás pensaran de nosotros.

––Si yo fuese tan rico como el señor Darcy, exclamó un joven Lucas que había venido con sus hermanas––, no me importaría ser orgulloso. Tendría una jauría de perros de caza, y bebería una botella de vino al día.

––Pues beberías mucho más de lo debido ––dijo la señora Bennet–– y si yo te viese te quitaría la botella inmediatamente.

El niño dijo que no se atrevería, ella que sí, y así siguieron discutiendo hasta que se dio por finalizada la visita.



CAPÍTULO VI

Las señoras de Longbourn no tardaron en ir a visitar a las de Netherfield, y éstas devolvieron la visita como es costumbre. El encanto de la señorita Bennet aumentó la estima que la señora Hurst y la señorita Bingley sentían por ella; y aunque encontraron que la madre era intolerable y que no valía la pena dirigir la palabra a las hermanas menores, expresaron el deseo de profundizar las relaciones con ellas en atención a las dos mayores. Esta atención fue recibida por Jane con agrado, pero Elizabeth seguía viendo arrogancia en su trato con todo el mundo, exceptuando, con reparos, a su hermana; no podían gustarle. Aunque valoraba su amabilidad con Jane, sabía que probablemente se debía a la influencia de la admiración que el hermano sentía por ella. Era evidente, dondequiera que se encontrasen, que Bingley admiraba a Jane; y para Elizabeth también era evidente que en su hermana aumentaba la inclinación que desde el principio sintió por él, lo que la predisponía a enamorarse de él; pero se daba cuenta, con gran satisfacción, de que la gente no podría notarlo, puesto que Jane uniría a la fuerza de sus sentimientos moderación y una constante jovialidad, que ahuyentaría las sospechas de los impertinentes. Así se lo comentó a su amiga, la señorita Lucas.

––Tal vez sea mejor en este caso ––replicó Charlotte–– poder escapar a la curiosidad de la gente; pero a veces es malo ser tan reservada. Si una mujer disimula su afecto al objeto del mismo, puede perder la oportunidad de conquistarle; y entonces es un pobre consuelo pensar que los demás están en la misma ignorancia. Hay tanto de gratitud y vanidad en casi todos, los cariños, que no es nada conveniente dejarlos a la deriva. Normalmente todos empezamos por una ligera preferencia, y eso sí puede ser simplemente porque sí, sin motivo; pero hay muy pocos que tengan tanto corazón como para enamorarse sin haber sido estimulados. En nueve de cada diez casos, una mujer debe mostrar más cariño del que siente. A Bingley le gusta tu hermana, indudablemente; pero si ella no le ayuda, la cosa no pasará de ahí.

––Ella le ayuda tanto como se lo permite su forma de ser. Si yo puedo notar su cariño hacia él, él, desde luego, sería tonto si no lo descubriese.

––Recuerda, Eliza, que él no conoce el carácter de Jane como tú.

––Pero si una mujer está interesada por un hombre y no trata de ocultarlo, él tendrá que acabar por descubrirlo.

––Tal vez sí, si él la ve lo bastante. Pero aunque Bingley y Jane están juntos a menudo, nunca es por mucho tiempo; y además como sólo se ven en fiestas con mucha gente, no pueden hablar a solas. Así que Jane debería aprovechar al máximo cada minuto en el que pueda llamar su atención. Y cuando lo tenga seguro, ya tendrá tiempo––para enamorarse de él todo lo que quiera.

––Tu plan es bueno ––contestó Elizabeth––, cuando la cuestión se trata sólo de casarse bien; y si yo estuviese decidida a conseguir un marido rico, o cualquier marido, casi puedo decir que lo llevaría a cabo. Pero esos no son los sentimientos de Jane, ella no actúa con premeditación. Todavía no puede estar segura de hasta qué punto le gusta, ni el porqué. Sólo hace quince días que le conoce. Bailó cuatro veces con él en Meryton; le vio una mañana en su casa, y desde entonces ha cenado en su compañía cuatro veces. Esto no es suficiente para que ella conozca su carácter.

––No tal y como tú lo planteas. Si solamente hubiese cenado con él no habría descubierto otra cosa que si tiene buen apetito o no; pero no debes olvidar que pasaron cuatro veladas juntos; y cuatro veladas pueden significar bastante.

––Sí; en esas cuatro veladas lo único que pudieron hacer es averiguar qué clase de bailes les gustaba a cada uno, pero no creo que hayan podido descubrir las cosas realmente importantes de su carácter.

––Bueno ––dijo Charlotte––. Deseo de todo corazón que a Jane le salgan las cosas bien; y si se casase con él mañana, creo que tendría más posibilidades de ser feliz que si se dedica a estudiar su carácter durante doce meses. La felicidad en el matrimonio es sólo cuestión de suerte. El que una pareja crea que son iguales o se conozcan bien de antemano, no les va a traer la felicidad en absoluto. Las diferencias se van acentuando cada vez más hasta hacerse insoportables; siempre es mejor saber lo menos posible de la persona con la que vas a compartir tu vida.

––Me haces reír, Charlotte; no tiene sentido. Sabes que no tiene sentido; además tú nunca actuarías de esa forma.

Ocupada en observar las atenciones de Bingley para con su hermana, Elizabeth estaba lejos de sospechar que también estaba siendo objeto de interés a los ojos del amigo de Bingley. Al principio, el señor Darcy apenas se dignó admitir que era bonita; no había demostrado ninguna admiración por ella en el baile; y la siguiente vez que se vieron, él sólo se fijó en ella para criticarla. Pero tan pronto como dejó claro ante sí mismo y ante sus amigos que los rasgos de su cara apenas le gustaban, empezó a darse cuenta de que la bella expresión de sus ojos oscuros le daban un aire de extraordinaria inteligencia. A este descubrimiento siguieron otros igualmente mortificantes. Aunque detectó con ojo crítico más de un fallo en la perfecta simetría de sus formas, tuvo que reconocer que su figura era grácil y esbelta; y a pesar de que afirmaba que sus maneras no eran las de la gente refinada, se sentía atraído por su naturalidad y alegría. De este asunto ella no tenía la más remota idea. Para ella Darcy era el hombre que se hacía antipático dondequiera que fuese y el hombre que no la había considerado lo bastante hermosa como para sacarla a bailar.

Darcy empezó a querer conocerla mejor. Como paso previo para hablar con ella, se dedicó a escucharla hablar con los demás. Este hecho llamó la atención de Elizabeth. Ocurrió un día en casa de sir Lucas donde se había reunido un amplio grupo de gente.

––¿Qué querrá el señor Darcy ––le dijo ella a Charlotte––, que ha estado escuchando mi conversación con el coronel Forster?

––Ésa es una pregunta que sólo el señor Darcy puede contestar.

––Si lo vuelve a hacer le daré a entender que sé lo que pretende. Es muy satírico, y si no empiezo siendo impertinente yo, acabaré por tenerle miedo.

Poco después se les volvió a acercar, y aunque no parecía tener intención de hablar, la señorita Lucas desafió a su amiga para que le mencionase el tema, lo que inmediatamente provocó a Elizabeth, que se volvió a él y le dijo:

––¿No cree usted, señor Darcy, que me expresé muy bien hace un momento, cuando le insistía al coronel Forster para que nos diese un baile en Meryton?

––Con gran energía; pero ése es un tema que siempre llena de energía a las mujeres.

––Es usted severo con nosotras.

––Ahora nos toca insistirte a ti ––dijo la señorita Lucas––. Voy a abrir el piano y ya sabes lo que sigue, Eliza.

––¿Qué clase de amiga eres? Siempre quieres que cante y que toque delante de todo el mundo. Si me hubiese llamado Dios por el camino de la música, serías una amiga de incalculable valor; pero como no es así, preferiría no tocar delante de gente que debe estar acostumbrada a escuchar a los mejores músicos ––pero como la señorita Lucas insistía, añadió––: Muy bien, si así debe ser será ––y mirando fríamente a Darcy dijo––: Hay un viejo refrán que aquí todo el mundo conoce muy bien, «guárdate el aire para enfriar la sopa», y yo lo guardaré para mi canción.

El concierto de Elizabeth fue agradable, pero no extraordinario. Después de una o dos canciones y antes de que pudiese complacer las peticiones de algunos que querían que cantase otra vez, fue reemplazada al piano por su hermana Mary, que como era la menos brillante de la familia, trabajaba duramente para adquirir conocimientos y habilidades que siempre estaba impaciente por demostrar.

Mary no tenía ni talento ni gusto; y aunque la vanidad la había hecho aplicada, también le había dado un aire pedante y modales afectados que deslucirían cualquier brillantez superior a la que ella había alcanzado. A Elizabeth, aunque había tocado la mitad de bien, la habían escuchado con más agrado por su soltura y sencillez; Mary, al final de su largo concierto, no obtuvo más que unos cuantos elogios por las melodías escocesas e irlandesas que había tocado a ruegos de sus hermanas menores que, con alguna de las Lucas y dos o tres oficiales, bailaban alegremente en un extremo del salón.

Darcy, a quien indignaba aquel modo de pasar la velada, estaba callado y sin humor para hablar; se hallaba tan embebido en sus propios pensamientos que no se fijó en que sir William Lucas estaba a su lado, hasta que éste se dirigió a él.

––¡Qué encantadora diversión para la juventud, señor Darcy! Mirándolo bien, no hay nada como el baile. Lo considero como uno de los mejores refinamientos de las sociedades más distinguidas.

––Ciertamente, señor, y también tiene la ventaja de estar de moda entre las sociedades menos distinguidas del mundo; todos los salvajes bailan.

Sir William esbozó una sonrisa.

––Su amigo baila maravillosamente ––continuó después de una pausa al ver a Bingley unirse al grupo–– y no dudo, señor Darcy, que usted mismo sea un experto en la materia.

––Me vio bailar en Meryton, creo, señor.

––Desde luego que sí, y me causó un gran placer verle. ¿Baila usted a menudo en Saint James?

––Nunca, señor.

¿No cree que sería un cumplido para con ese lugar?

––Es un cumplido que nunca concedo en ningún lugar, si puedo evitarlo.

––Creo que tiene una casa en la capital. El señor Darcy asintió con la cabeza.

––Pensé algunas veces en fijar mi residencia en la ciudad, porque me encanta la alta sociedad; pero no estaba seguro de que el aire de Londres le sentase bien a lady Lucas.

Sir William hizo una pausa con la esperanza de una respuesta, pero su compañía no estaba dispuesto a hacer ninguna. Al ver que Elizabeth se les acercaba, se le ocurrió hacer algo que le pareció muy galante de su parte y la llamó.

––Mi querida señorita Eliza, ¿por qué no está bailando? Señor Darcy, permítame que le presente a esta joven que puede ser una excelente pareja. Estoy seguro de que no puede negarse a bailar cuando tiene ante usted tanta belleza.

Tomó a Elizabeth de la mano con la intención de pasársela a Darcy; quien, aunque extremadamente sorprendido, no iba a rechazarla; pero Elizabeth le volvió la espalda y le dijo a sir William un tanto desconcertada:

––De veras, señor, no tenía la menor intención de bailar. Le ruego que no suponga que he venido hasta aquí para buscar pareja.

El señor Darcy, con toda corrección le pidió que le concediese el honor de bailar con él, pero fue en vano. Elizabeth estaba decidida, y ni siquiera sir William, con todos sus argumentos, pudo persuadirla.

––Usted es excelente en el baile, señorita Eliza, y es muy cruel por su parte negarme la satisfacción de verla; y aunque a este caballero no le guste este entretenimiento, estoy seguro de que no tendría inconveniente en complacernos durante media hora.

––El señor Darcy es muy educado ––dijo Elizabeth sonriendo.

––Lo es, en efecto; pero considerando lo que le induce, querida Eliza, no podemos dudar de su cortesía; porque, ¿quién podría rechazar una pareja tan encantadora?

Elizabeth les miró con coquetería y se retiró. Su resistencia no le había perjudicado nada a los ojos del caballero, que estaba pensando en ella con satisfacción cuando fue abordado por la señorita Bingley.

––Adivino por qué está tan pensativo.

––Creo que no.

––Está pensando en lo insoportable que le sería pasar más veladas de esta forma, en una sociedad como ésta; y por supuesto, soy de su misma opinión. Nunca he estado más enojada. ¡Qué gente tan insípida y qué alboroto arman! Con lo insignificantes que son y qué importancia se dan. Daría algo por oír sus críticas sobre ellos.

––Sus conjeturas son totalmente equivocadas. Mi mente estaba ocupada en cosas más agradables. Estaba meditando sobre el gran placer que pueden causar un par de ojos bonitos en el rostro de una mujer hermosa.

La señorita Bingley le miró fijamente deseando que le dijese qué dama había inspirado tales pensamientos. El señor Darcy, intrépido, contestó:

––La señorita Elizabeth Bennet.

––¡La señorita Bennet! Me deja atónita. ¿Desde cuándo es su favorita? Y dígame, ¿cuándo tendré que darle la enhorabuena?

––Ésa es exactamente la pregunta que esperaba que me hiciese. La imaginación de una dama va muy rápido y salta de la admiración al amor y del amor al matrimonio en un momento. Sabía que me daría la enhorabuena.

––Si lo toma tan en serio, creeré que es ya cosa hecha. Tendrá usted una suegra encantadora, de veras, y ni que decir tiene que estará siempre en Pemberley con ustedes.

Él la escuchaba con perfecta indiferencia, mientras ella seguía disfrutando con las cosas que le decía; y al ver, por la actitud de Darcy, que todo estaba a salvo, dejó correr su ingenio durante largo tiempo.

CAPÍTULO VII

La propiedad del señor Bennet consistía casi enteramente en una hacienda de dos mil libras al año, la cual, desafortunadamente para sus hijas, estaba destinada, por falta de herederos varones, a un pariente lejano; y la fortuna de la madre, aunque abundante para su posición, difícilmente podía suplir a la de su marido. Su padre había sido abogado en Meryton y le había dejado cuatro mil libras.

La señora Bennet tenía una hermana casada con un tal señor Phillips que había sido empleado de su padre y le había sucedido en los negocios, y un hermano en Londres que ocupaba un respetable lugar en el comercio.

El pueblo de Longbourn estaba sólo a una milla de Meryton, distancia muy conveniente para las señoritas, que normalmente tenían la tentación de ir por allí tres o cuatro veces a la semana para visitar a su tía y, de paso, detenerse en una sombrerería que había cerca de su casa. Las que más frecuentaban Meryton eran las dos menores, Catherine y Lydia, que solían estar más ociosas que sus hermanas, y cuando no se les ofrecía nada mejor, decidían que un paseíto a la ciudad era necesario para pasar bien la mañana y así tener conversación para la tarde; porque, aunque las noticias no solían abundar en el campo, su tía siempre tenía algo que contar. De momento estaban bien provistas de chismes y de alegría ante la reciente llegada de un regimiento militar que iba a quedarse todo el invierno y tenía en Meryton su cuartel general.

Ahora las visitas a la señora Phillips proporcionaban una información de lo más interesante. Cada día añadían algo más a lo que ya sabían acerca de los nombres y las familias de los oficiales. El lugar donde se alojaban ya no era un secreto y pronto empezaron a conocer a los oficiales en persona.

El señor Phillips los conocía a todos, lo que constituía para sus sobrinas una fuente de satisfacción insospechada. No hablaba de otra cosa que no fuera de oficiales. La gran fortuna del señor Bingley, de la que tanto le gustaba hablar a su madre, ya no valía la pena comparada con el uniforme de un alférez.

Después de oír una mañana el entusiasmo con el que sus hijas hablaban del tema, el señor Bennet observó fríamente:

––Por todo lo que puedo sacar en limpio de vuestra manera de hablar debéis de ser las muchachas más tontas de todo el país. Ya había tenido mis sospechas algunas veces, pero ahora estoy convencido.

Catherine se quedó desconcertada y no contestó. Lydia, con absoluta indiferencia, siguió expresando su admiración por el capitán Carter, y dijo que esperaba verle aquel mismo día, pues a la mañana siguiente se marchaba a Londres.

––Me deja pasmada, querido ––dijo la señora Bennet––, lo dispuesto que siempre estás a creer que tus hijas son tontas. Si yo despreciase a alguien, sería a las hijas de los demás, no a las mías.

––Si mis hijas son tontas, lo menos que puedo hacer es reconocerlo.

––Sí, pero ya ves, resulta que son muy listas.

––Presumo que ese es el único punto en el que no estamos de acuerdo. Siempre deseé coincidir contigo en todo, pero en esto difiero, porque nuestras dos hijas menores son tontas de remate.

Mi querido señor Bennet, no esperarás que estas niñas .tengan tanto sentido como sus padres. Cuando tengan nuestra edad apostaría a que piensan en oficiales tanto como nosotros. Me acuerdo de una época en la que me gustó mucho un casaca roja, y la verdad es que todavía lo llevo en mi corazón. Y si un joven coronel con cinco o seis mil libras anuales quisiera a una de mis hijas, no le diría que no. Encontré muy bien al coronel Forster la otra noche en casa de sir William.

––Mamá ––dijo Lydia, la tía dice que el coronel Forster y el capitán Carter ya no van tanto a casa de los Watson como antes. Ahora los ve mucho en la biblioteca de Clarke.

La señora Bennet no pudo contestar al ser interrumpida por la entrada de un lacayo que traía una nota para la señorita Bennet; venía de Netherfield y el criado esperaba respuesta. Los ojos de la señora Bennet brillaban de alegría y estaba impaciente por que su hija acabase de leer.

––Bien, Jane, ¿de quién es?, ¿de qué se trata?, ¿qué dice? Date prisa y dinos, date prisa, cariño.

––Es de la señorita Bingley ––dijo Jane, y entonces leyó en voz alta:

«Mi querida amiga:

Si tienes compasión de nosotras, ven a cenar hoy con Louisa y conmigo, si no, estaremos en peligro de odiarnos la una a la otra el resto de nuestras vidas, porque dos mujeres juntas todo el día no pueden acabar sin pelearse. Ven tan pronto como te sea posible, después de recibir esta nota. Mi hermano y los otros señores cenarán con los oficiales. Saludos,



Caroline Bingley.»



––¡Con los oficiales! ––exclamó Lydia––. ¡Qué raro que la tía no nos lo haya dicho!

––¡Cenar fuera! ––dijo la señora Bennet––. ¡Qué mala suerte!

––¿Puedo llevar el carruaje? ––preguntó Jane.

––No, querida; es mejor que vayas a caballo, porque parece que va a llover y así tendrás que quedarte a pasar la noche.

––Sería un buen plan ––dijo Elizabeth––, si estuvieras segura de que no se van a ofrecer para traerla a casa.

––Oh, los señores llevarán el landó del señor Bingley a Meryton y los Hurst no tienen caballos propios.

––Preferiría ir en el carruaje.

––Pero querida, tu padre no puede prestarte los caballos. Me consta. Se necesitan en la granja. ¿No es así, señor Bennet?

––Se necesitan más en la granja de lo que yo puedo ofrecerlos.

––Si puedes ofrecerlos hoy ––dijo Elizabeth––, los deseos de mi madre se verán cumplidos.

Al final animó al padre para que admitiese que los caballos estaban ocupados. Y, por fin, Jane se vio obligada a ir a caballo. Su madre la acompañó hasta la puerta pronosticando muy contenta un día pésimo.

Sus esperanzas se cumplieron; no hacía mucho que se había ido Jane, cuando empezó a llover a cántaros. Las hermanas se quedaron intranquilas por ella, pero su madre estaba encantada. No paró de llover en toda la tarde; era obvio que Jane no podría volver...

––Verdaderamente, tuve una idea muy acertada ––repetía la señora Bennet.

Sin embargo, hasta la mañana siguiente no supo nada del resultado de su oportuna estratagema. Apenas había acabado de desayunar cuando un criado de Netherfield trajo la siguiente nota para Elizabeth:

«Mi querida Lizzy:

No me encuentro muy bien esta mañana, lo que, supongo, se debe a que ayer llegue calada hasta los huesos. Mis amables amigas no quieren ni oírme hablar de volver a casa hasta que no esté mejor. Insisten en que me vea el señor Jones; por lo tanto, no os alarméis si os enteráis de que ha venido a visitarme. No tengo nada más que dolor de garganta y dolor de cabeza. Tuya siempre,

Jane.»

––Bien, querida ––dijo el señor Bennet una vez Elizabeth hubo leído la nota en alto––, si Jane contrajera una enfermedad peligrosa o se muriese sería un consuelo saber que todo fue por conseguir al señor Bingley y bajo tus órdenes.

––¡Oh! No tengo miedo de que se muera. La gente no se muere por pequeños resfriados sin importancia. Tendrá buenos cuidados. Mientras esté allí todo irá de maravilla. Iría a verla, si pudiese disponer del coche.

Elizabeth, que estaba verdaderamente preocupada, tomó la determinación de ir a verla. Como no podía disponer del carruaje y no era buena amazona, caminar era su única alternativa. Y declaró su decisión.

––¿Cómo puedes ser tan tonta? exclamó su madre––. ¿Cómo se te puede ocurrir tal cosa? ¡Con el barro que hay! ¡Llegarías hecha una facha, no estarías presentable!

––Estaría presentable para ver a Jane que es todo lo que yo deseo.

––¿Es una indirecta para que mande a buscar los caballos, Lizzy? ––dijo su padre.

––No, en absoluto. No me importa caminar. No hay distancias cuando se tiene un motivo. Son sólo tres millas. Estaré de vuelta a la hora de cenar.

––Admiro la actividad de tu benevolencia ––observó Mary––; pero todo impulso del sentimiento debe estar dirigido por la razón, y a mi juicio, el esfuerzo debe ser proporcional a lo que se pretende.

––Iremos contigo hasta Meryton ––dijeron Catherine y Lydia. Elizabeth aceptó su compañía y las tres jóvenes salieron juntas.

––Si nos damos prisa ––dijo Lydia mientras caminaba––, tal vez podamos ver al capitán Carter antes de que se vaya.

En Meryton se separaron; las dos menores se dirigieron a casa de la esposa de uno de los oficiales y Elizabeth continuó su camino sola. Cruzó campo tras campo a paso ligero, saltó cercas y sorteó charcos con impaciencia hasta que por fin se encontró ante la casa, con los tobillos empapados, las medias sucias y el rostro encendido por el ejercicio.

La pasaron al comedor donde estaban todos reunidos menos Jane, y donde su presencia causó gran sorpresa. A la señora Hurst y a la señorita Bingley les parecía increíble que hubiese caminado tres millas sola, tan temprano y con un tiempo tan espantoso. Elizabeth quedó convencida de que la hicieron de menos por ello. No obstante, la recibieron con mucha cortesía, pero en la actitud del hermano había algo más que cortesía: había buen humor y amabilidad. El señor Darcy habló poco y el señor Hurst nada de nada. El primero fluctuaba entre la admiración por la luminosidad que el ejercicio le había dado a su rostro y la duda de si la ocasión justificaba el que hubiese venido sola desde tan lejos. El segundo sólo pensaba en su desayuno.

Las preguntas que Elizabeth hizo acerca de su hermana no fueron contestadas favorablemente. La señorita Bennet había dormido mal, y, aunque se había levantado, tenía mucha fiebre y no estaba en condiciones de salir de su habitación. Elizabeth se alegró de que la llevasen a verla inmediatamente; y Jane, que se había contenido de expresar en su nota cómo deseaba esa visita, por miedo a ser inconveniente o a alarmarlos, se alegró muchísimo al verla entrar. A pesar de todo no tenía ánimo para mucha conversación. Cuando la señorita Bingley las dejó solas, no pudo formular más que gratitud por la extraordinaria amabilidad con que la trataban en aquella casa. Elizabeth la atendió en silencio.

Cuando acabó el desayuno, las hermanas Bingley se reunieron con ellas; y a Elizabeth empezaron a parecerle simpáticas al ver el afecto y el interés que mostraban por Jane. Vino el médico y examinó a la paciente, declarando, como era de suponer, que había cogido un fuerte resfriado y que debían hacer todo lo posible por cuidarla. Le recomendó que se metiese otra vez en la cama y le recetó algunas medicinas. Siguieron las instrucciones del médico al pie de la letra, ya que la fiebre había aumentado y el dolor de cabeza era más agudo. Elizabeth no abandonó la habitación ni un solo instante y las otras señoras tampoco se ausentaban por mucho tiempo. Los señores estaban fuera porque en realidad nada tenían que hacer allí.

Cuando dieron las tres, Elizabeth comprendió que debía marcharse, y, aunque muy en contra de su voluntad, así lo expresó.

La señorita Bingley le ofreció el carruaje; Elizabeth sólo estaba esperando que insistiese un poco más para aceptarlo, cuando Jane comunicó su deseo de marcharse con ella; por lo que la señorita Bingley se vio obligada a convertir el ofrecimiento del landó en una invitación para que se quedase en Netherfield. Elizabeth aceptó muy agradecida, y mandaron un criado a Longbourn para hacer saber a la familia que se quedaba y para que le enviasen ropa.



CAPÍTULO VIII



A las cinco las señoras se retiraron para vestirse y a las seis y media llamaron a Elizabeth para que bajara a cenar. Ésta no pudo contestar favorablemente a las atentas preguntas que le hicieron y en las cuales tuvo la satisfacción de distinguir el interés especial del señor Bingley. Jane no había mejorado nada; al oírlo, las hermanas repitieron tres o cuatro veces cuánto lo lamentaban, lo horrible que era tener un mal resfriado y lo que a ellas les molestaba estar enfermas. Después ya no se ocuparon más del asunto. Y su indiferencia hacia Jane, en cuanto no la tenían delante, volvió a despertar en Elizabeth la antipatía que en principio había sentido por ellas.

En realidad, era a Bingley al único del grupo que ella veía con agrado. Su preocupación por Jane era evidente, y las atenciones que tenía con Elizabeth eran lo que evitaba que se sintiese como una intrusa, que era como los demás la consideraban. Sólo él parecía darse cuenta de su presencia. La señorita Bingley estaba absorta con el señor Darcy; su hermana, más o menos, lo mismo; en cuanto al señor Hurst, que estaba sentado al lado de Elizabeth, era un hombre indolente que no vivía más que para comer, beber y jugar a las cartas. Cuando supo que Elizabeth prefería un plato sencillo a un ragout, ya no tuvo nada de qué hablar con ella. Cuando acabó la cena, Elizabeth volvió inmediatamente junto a Jane. Nada más salir del comedor, la señorita Bingley empezó a criticarla. Sus modales eran, en efecto, pésimos, una mezcla de orgullo e impertinencia; no tenía conversación, ni estilo, ni gusto, ni belleza. La señora Hurst opinaba lo mismo y añadió:

––En resumen, lo único que se puede decir de ella es que es una excelente caminante. Jamás olvidaré cómo apareció esta mañana. Realmente parecía medio salvaje.

En efecto, Louisa. Cuando la vi, casi no pude contenerme. ¡Qué insensatez venir hasta aquí! ¿Qué necesidad había de que corriese por los campos sólo porque su hermana tiene un resfriado? ¡Cómo traía los cabellos, tan despeinados, tan desaliñados!

––Sí. ¡Y las enaguas! ¡Si las hubieseis visto! Con más de una cuarta de barro. Y el abrigo que se había puesto para taparlas, desde luego, no cumplía su cometido.

––Tu retrato puede que sea muy exacto, Louisa ––dijo Bingley––, pero todo eso a mí me pasó inadvertido. Creo que la señorita Elizabeth Bennet tenía un aspecto inmejorable al entrar en el salón esta mañana. Casi no me di cuenta de que llevaba las faldas sucias.

––Estoy segura de que usted sí que se fijó, señor Darcy ––dijo la señorita Bingley––; y me figuro que no le gustaría que su hermana diese semejante espectáculo.

––Claro que no.

––¡Caminar tres millas, o cuatro, o cinco, o las que sean, con el barro hasta los tobillos y sola, completamente sola! ¿Qué querría dar a entender? Para mí, eso demuestra una abominable independencia y presunción, y una indiferencia por el decoro propio de la gente del campo.

––Lo que demuestra es un apreciable cariño por su hermana ––dijo Bingley.

––Me temo, señor Darcy ––observó la señorita Bingley a media voz––, que esta aventura habrá afectado bastante la admiración que sentía usted por sus bellos ojos.

––En absoluto ––respondió Darcy––; con el ejercicio se le pusieron aun más brillantes.

A esta intervención siguió una breve pausa, y la señora Hurst empezó de nuevo.

––Le tengo gran estima a Jane Bennet, es en verdad una muchacha encantadora, y desearía con todo mi corazón que tuviese mucha suerte. Pero con semejantes padres y con parientes de tan poca clase, me temo que no va a tener muchas oportunidades.

––Creo que te he oído decir que su tío es abogado en Meryton.

––Sí, y tiene otro que vive en algún sitio cerca de Cheapside.

––¡Colosal! añadió su hermana. Y las dos se echaron a reír a carcajadas.

––Aunque todo Cheapside estuviese lleno de tíos suyos ––exclamó Bingley––, no por ello serían las Bennet menos agradables.

––Pero les disminuirá las posibilidades de casarse con hombres que figuren algo en el mundo ––respondió Darcy.

Bingley no hizo ningún comentario a esta observación de Darcy. Pero sus hermanas asintieron encantadas, y estuvieron un rato divirtiéndose a costa de los vulgares parientes de su querida amiga.

Sin embargo, en un acto de renovada bondad, al salir del comedor pasaron al cuarto de la enferma y se sentaron con ella hasta que las llamaron para el café. Jane se encontraba todavía muy mal, y Elizabeth no la dejaría hasta más tarde, cuando se quedó tranquila al ver que estaba dormida, y entonces le pareció que debía ir abajo, aunque no le apeteciese nada. Al entrar en el salón los encontró a todos jugando al loo, e inmediatamente la invitaron a que les acompañase. Pero ella, temiendo que estuviesen jugando fuerte, no aceptó, y, utilizando a su hermana como excusa, dijo que se entretendría con un libro durante el poco tiempo que podría permanecer abajo. El señor Hurst la miró con asombro.

––¿Prefieres leer a jugar?––le dijo––. Es muy extraño.

––La señorita Elizabeth Bennet ––dijo la señorita Bingley–– desprecia las cartas. Es una gran lectora y no encuentra placer en nada más.

––No merezco ni ese elogio ni esa censura exclamó Elizabeth––. No soy una gran lectora y encuentro placer en muchas cosas.

––Como, por ejemplo, en cuidar a su hermana ––intervino Bingley––, y espero que ese placer aumente cuando la vea completamente repuesta.

Elizabeth se lo agradeció de corazón y se dirigió a una mesa donde había varios libros. Él se ofreció al instante para ir a buscar otros, todos los que hubiese en su biblioteca.

––Desearía que mi colección fuese mayor para beneficio suyo y para mi propio prestigio; pero soy un hombre perezoso, y aunque no tengo muchos libros, tengo más de los que pueda llegar a leer.

Elizabeth le aseguró que con los que había en la habitación tenía de sobra.

––Me extraña ––dijo la señorita Bingley–– que mi padre haya dejado una colección de libros tan pequeña. ¡Qué estupenda biblioteca tiene usted en Pemberley, señor Darcy!

––Tiene que ser buena ––contestó––; es obra de muchas generaciones.

––Y además usted la ha aumentado considerablemente; siempre está comprando libros.

––No puedo comprender que se descuide la biblioteca de una familia en tiempos como éstos.

––¡Descuidar! Estoy segura de que usted no descuida nada que se refiera a aumentar la belleza de ese noble lugar. Charles, cuando construyas tu casa, me conformaría con que fuese la mitad de bonita que Pemberley.

––Ojalá pueda.

––Pero yo te aconsejaría que comprases el terreno cerca de Pemberley y que lo tomases como modelo. No hay condado más bonito en Inglaterra que Derbyshire.

––Ya lo creo que lo haría. Y compraría el mismo Pemberley si Darcy lo vendiera.

––Hablo de posibilidades, Charles.

––Sinceramente, Caroline, preferiría conseguir Pemberley comprándolo que imitándolo.

Elizabeth estaba demasiado absorta en lo que ocurría para poder prestar la menor atención a su libro; no tardó en abandonarlo, se acercó a la mesa de juego y se colocó entre Bingley y su hermana mayor para observar la partida.

––¿Ha crecido la señorita Darcy desde la primavera? ––preguntó la señorita Bingley––. ¿Será ya tan alta como yo?

––Creo que sí. Ahora será de la estatura de la señorita Elizabeth Bennet, o más alta.

––¡Qué ganas tengo de volver a verla! Nunca he conocido a nadie que me guste tanto. ¡Qué figura, qué modales y qué talento para su edad! Toca el piano de un modo exquisito.

––Me asombra ––dijo Bingley–– que las jóvenes tengan tanta paciencia para aprender tanto, y lleguen a ser tan perfectas como lo son todas.

––¡Todas las jóvenes perfectas! Mi querido Charles, ¿qué dices?

––Sí, todas. Todas pintan, forran biombos y hacen bolsitas de malla. No conozco a ninguna que no sepa hacer todas estas cosas, y nunca he oído hablar de una damita por primera vez sin que se me informara de que era perfecta.

––Tu lista de lo que abarcan comúnmente esas perfecciones ––dijo Darcy–– tiene mucho de verdad. El adjetivo se aplica a mujeres cuyos conocimientos no son otros que hacer bolsos de malla o forrar biombos. Pero disto mucho de estar de acuerdo contigo en lo que se refiere a tu estimación de las damas en general. De todas las que he conocido, no puedo alardear de conocer más que a una media docena que sean realmente perfectas.

––Ni yo, desde luego ––dijo la señorita Bingley.

––Entonces observó Elizabeth–– debe ser que su concepto de la mujer perfecta es muy exigente.

––Sí, es muy exigente.

––¡Oh, desde luego! exclamó su fiel colaboradora––. Nadie puede estimarse realmente perfecto si no sobrepasa en mucho lo que se encuentra normalmente. Una mujer debe tener un conocimiento profundo de música, canto, dibujo, baile y lenguas modernas. Y además de todo esto, debe poseer un algo especial en su aire y manera de andar, en el tono de su voz, en su trato y modo de expresarse; pues de lo contrario no merecería el calificativo más que a medias.

––Debe poseer todo esto ––agregó Darcy––, y a ello hay que añadir algo más sustancial en el desarrollo de su inteligencia por medio de abundantes lecturas.

––No me sorprende ahora que conozca sólo a seis mujeres perfectas. Lo que me extraña es que conozca a alguna.

––¿Tan severa es usted con su propio sexo que duda de que esto sea posible?

––Yo nunca he visto una mujer así. Nunca he visto tanta capacidad, tanto gusto, tanta aplicación y tanta elegancia juntas como usted describe.

La señora Hurst y la señorita Bingley protestaron contra la injusticia de su implícita duda, afirmando que conocían muchas mujeres que respondían a dicha descripción, cuando el señor Hurst las llamó al orden quejándose amargamente de que no prestasen atención al juego. Como la conversación parecía haber terminado, Elizabeth no tardó en abandonar el salón.

––Elizabeth ––dijo la señorita Bingley cuando la puerta se hubo cerrado tras ella–– es una de esas muchachas que tratan de hacerse agradables al sexo opuesto desacreditando al suyo propio; no diré que no dé resultado con muchos hombres, pero en mi opinión es un truco vil, una mala maña.

––Indudablemente ––respondió Darcy, a quien iba dirigida principalmente esta observación–– hay vileza en todas las artes que las damas a veces se rebajan a emplear para cautivar a los hombres. Todo lo que tenga algo que ver con la astucia es despreciable.

La señorita Bingley no quedó lo bastante satisfecha con la respuesta como para continuar con el tema. Elizabeth se reunió de nuevo con ellos sólo para decirles que su hermana estaba peor y que no podía dejarla. Bingley decidió enviar a alguien a buscar inmediatamente al doctor Jones; mientras que sus hermanas, convencidas de que la asistencia médica en el campo no servía para nada, propusieron enviar a alguien a la capital para que trajese a uno de los más eminentes doctores. Elizabeth no quiso ni oír hablar de esto último, pero no se oponía a que se hiciese lo que decía el hermano. De manera que se acordó mandar a buscar al doctor Jones temprano a la mañana siguiente si Jane no se encontraba mejor. Bingley estaba bastante preocupado y sus hermanas estaban muy afligidas. Sin embargo, más tarde se consolaron cantando unos dúos, mientras Bingley no podía encontrar mejor alivio a su preocupación que dar órdenes a su ama de llaves para que se prestase toda atención posible a la enferma y a su hermana.



CAPÍTULO IX



Elizabeth pasó la mayor parte de la noche en la habitación de su hermana, y por la mañana tuvo el placer de poder enviar una respuesta satisfactoria a las múltiples preguntas que ya muy temprano venía recibiendo, a través de una sirvienta de Bingley; y también a las que más tarde recibía de las dos elegantes damas de compañía de las hermanas. A pesar de la mejoría, Elizabeth pidió que se mandase una nota a Longbourn, pues quería que su madre viniese a visitar a Jane para que ella misma juzgase la situación. La nota fue despachada inmediatamente y la respuesta a su contenido fue cumplimentada con la misma rapidez. La señora Bennet, acompañada de sus dos hijas menores, llegó a Netherfield poco después del desayuno de la familia.

Si hubiese encontrado a Jane en peligro aparente, la señora Bennet se habría disgustado mucho; pero quedándose satisfecha al ver que la enfermedad no era alarmante, no tenía ningún deseo de que se recobrase pronto, ya que su cura significaría marcharse de Netherfield. Por este motivo se negó a atender la petición de su hija de que se la llevase a casa, cosa que el médico, que había llegado casi al mismo tiempo, tampoco juzgó prudente. Después de estar sentadas un rato con Jane, apareció la señorita Bingley y las invitó a pasar al comedor. La madre y las tres hijas la siguieron. Bingley las recibió y les preguntó por Jane con la esperanza de que la señora Bennet no hubiese encontrado a su hija peor de lo que esperaba.

––Pues verdaderamente, la he encontrado muy mal ––respondió la señora Bennet––. Tan mal que no es posible llevarla a casa. El doctor Jones dice que no debemos pensar en trasladarla. Tendremos que abusar un poco más de su amabilidad.

––¡Trasladarla! ––exclamó Bingley––. ¡Ni pensarlo! Estoy seguro de que mi hermana también se opondrá a que se vaya a casa.

––Puede usted confiar, señora ––repuso la señorita Bingley con fría cortesía––, en que a la señorita Bennet no le ha de faltar nada mientras esté con nosotros.

––Estoy segura ––añadió–– de que, a no ser por tan buenos amigos, no sé qué habría sido de ella, porque está muy enferma y sufre mucho; aunque eso sí, con la mayor paciencia del mundo, como hace siempre, porque tiene el carácter más dulce que conozco. Muchas veces les digo a mis otras hijas que no valen nada a su lado. ¡Qué bonita habitación es ésta, señor Bingley, y qué encantadora vista tiene a los senderos de jardín! Nunca he visto un lugar en todo el país comparable a Netherfield. Espero que no pensará dejarlo repentinamente, aunque lo haya alquilado por poco tiempo.

––Yo todo lo hago repentinamente ––respondió Bingley––. Así que si decidiese dejar Netherfield, probablemente me iría en cinco minutos. Pero, por ahora, me encuentro bien aquí.

––Eso es exactamente lo que yo me esperaba de usted ––dijo Elizabeth.

––Empieza usted a comprenderme, ¿no es así? ––exclamó Bingley volviéndose hacia ella.

––¡Oh, sí! Le comprendo perfectamente.

––Desearía tomarlo como un cumplido; pero me temo que el que se me conozca fácilmente es lamentable.

––Es como es. Ello no significa necesariamente que un carácter profundo y complejo sea más o menos estimable que el suyo.

––Lizzy ––exclamó su madre––, recuerda dónde estás y deja de comportarte con esa conducta intolerable a la que nos tienes acostumbrados en casa.

––No sabía que se dedicase usted a estudiar el carácter de las personas ––prosiguió Bingley inmediatamente––. Debe ser un estudio apasionante.

––Sí; y los caracteres complejos son los más apasionantes de todos. Por lo menos, tienen esa ventaja.

––El campo ––dijo Darcy–– no puede proporcionar muchos sujetos para tal estudio. En un pueblo se mueve uno en una sociedad invariable y muy limitada.

––Pero la gente cambia tanto, que siempre hay en ellos algo nuevo que observar.

––Ya lo creo que sí ––exclamó la señora Bennet, ofendida por la manera en la que había hablado de la gente del campo––; le aseguro que eso ocurre lo mismo en el campo que en la ciudad.

Todo el mundo se quedó sorprendido. Darcy la miró un momento y luego se volvió sin decir nada. La señora Bennet creyó que había obtenido una victoria aplastante sobre él y continuó triunfante:

––Por mi parte no creo que Londres tenga ninguna ventaja sobre el campo, a no ser por las tiendas y los lugares públicos. El campo es mucho más agradable. ¿No es así, señor Bingley?

––Cuando estoy en el campo ––contestó–– no deseo irme, y cuando estoy en la ciudad me pasa lo mismo. Cada uno tiene sus ventajas y yo me encuentro igualmente a gusto en los dos sitios.

––Claro, porque usted tiene muy buen carácter. En cambio ese caballero ––dijo mirando a Darcy –no parece que tenga muy buena opinión del campo.

––Mamá, estás muy equivocada ––intervino Elizabeth sonrojándose por la imprudencia de su madre––, interpretas mal al señor Darcy. Él sólo quería decir que en el campo no se encuentra tanta variedad de gente como en la ciudad. Lo que debes reconocer que es cierto.

––Ciertamente, querida, nadie dijo lo contrario, pero eso de que no hay mucha gente en esta vecindad, creo que hay pocas tan grandes como la nuestra. Yo he llegado a cenar con veinticuatro familias.

Nada, si no fuese su consideración por Elizabeth, podría haber hecho contenerse a Bingley. Su hermana fue menos delicada, y miró a Darcy con una sonrisa muy expresiva. Elizabeth quiso decir algo para cambiar de conversación y le preguntó a su madre si Charlotte Lucas había estado en Longbourn desde que ella se había ido.

––Sí, nos visitó ayer con su padre. ¡Qué hombre tan agradable es sir William! ¿Verdad, señor Bingley? ¡Tan distinguido, tan gentil y tan sencillo! Siempre tiene una palabra agradable para todo el mundo. Esa es la idea que yo tengo de lo que es la buena educación; esas personas que se creen muy importantes y nunca abren la boca, no tienen idea de educación.

––¿Cenó Charlotte con vosotros?

––No, se fue a casa. Creo que la necesitaban para hacer el pastel de carne. Lo que es yo, señor Bingley, siempre tengo sirvientes que saben hacer su trabajo. Mis hijas están educadas de otro modo. Pero cada cual que se juzgue a sí mismo. Las Lucas son muy buenas chicas, se lo aseguro. ¡Es una pena que no sean bonitas! No es que crea que Charlotte sea muy fea; en fin, sea como sea, es muy amiga nuestra.

––Parece una joven muy agradable ––dijo Bingley.

––¡Oh! sí, pero debe admitir que es bastante feúcha. La misma lady Lucas lo dice muchas veces, y me envidia por la belleza de Jane. No me gusta alabar a mis propias hijas, pero la verdad es que no se encuentra a menudo a alguien tan guapa como Jane. Yo no puedo ser imparcial, claro; pero es que lo dice todo el mundo. Cuando sólo tenía quince años, había un caballero que vivía en casa de mi hermano Gardiner en la ciudad, y que estaba tan enamorado de Jane que mi cuñada aseguraba que se declararía antes de que nos fuéramos. Pero no lo hizo. Probablemente pensó que era demasiado joven. Sin embargo, le escribió unos versos, y bien bonitos que eran.

––Y así terminó su amor ––dijo Elizabeth con impaciencia––. Creo que ha habido muchos que lo vencieron de la misma forma. Me pregunto quién sería el primero en descubrir la eficacia de la poesía para acabar con el amor.

––Yo siempre he considerado que la poesía es el alimento del amor ––dijo Darcy.

––De un gran amor, sólido y fuerte, puede. Todo nutre a lo que ya es fuerte de por sí. Pero si es solo una inclinación ligera, sin ninguna base, un buen soneto la acabaría matando de hambre.

Darcy se limitó a sonreír. Siguió un silencio general que hizo temer a Elizabeth que su madre volviese a hablar de nuevo. La señora Bennet lo deseaba, pero no sabía qué decir, hasta que después de una pequeña pausa empezó a reiterar su agradecimiento al señor Bingley por su amabilidad con Jane y se disculpó por las molestias que también pudiera estar causando Lizzy. El señor Bingley fue cortés en su respuesta, y obligó a su hermana menor a ser cortés y a decir lo que la ocasión requería. Ella hizo su papel, aunque con poca gracia, pero la señora Bennet, quedó satisfecha y poco después pidió su carruaje. Al oír esto, la más joven de sus hijas se adelantó para decir algo. Las dos muchachitas habían estado cuchicheando durante toda la visita, y el resultado de ello fue que la más joven debía recordarle al señor Bingley que cuando vino al campo por primera vez había prometido dar un baile en Netherfield.

Lydia era fuerte, muy crecida para tener quince años, tenía buena figura y un carácter muy alegre. Era la favorita de su madre que por el amor que le tenía la había presentado en sociedad a una edad muy temprana. Era muy impulsiva y se daba mucha importancia, lo que había aumentado con las atenciones que recibía de los oficiales, a lo que las cenas de su tía y sus modales sencillos contribuían. Por lo tanto, era la más adecuada para dirigirse a Bingley y recordarle su promesa; añadiendo que sería una vergüenza ante el mundo si no lo mantenía. Su respuesta a este repentino ataque fue encantadora a los oídos de la señora Bennet.

––Le aseguro que estoy dispuesto a mantener mi compromiso, en cuanto su hermana esté bien; usted misma, si gusta, podrá señalar la fecha del baile: No querrá estar bailando mientras su hermana está enferma.

Lydia se dio por satisfecha:

––¡Oh! sí, será mucho mejor esperar a que Jane esté bien; y para entonces lo más seguro es que el capitán Carter estará de nuevo en Meryton. Y cuando usted haya dado su baile ––agregó––, insistiré para que den también uno ellos. Le diré al coronel Forster que sería lamentable que no lo hiciese.

Por fin la señora Bennet y sus hijas se fueron, y Elizabeth volvió al instante con Jane, dejando que las dos damas y el señor Darcy hiciesen sus comentarios acerca de su comportamiento y el de su familia. Sin embargo, Darcy no pudo compartir con los demás la censura hacia Elizabeth, a pesar de la agudeza de la señorita Bingley al hacer chistes sobre ojos bonitos.

CAPÍTULO X

El día pasó lo mismo que el anterior. La señora Hurst y la señorita Bingley habían estado por la mañana unas horas al lado de la enferma, que seguía mejorando, aunque lentamente. Por la tarde Elizabeth se reunió con ellas en el salón. Pero no se dispuso la mesa de juego acostumbrada. Darcy escribía y la señorita Bingley, sentada a su lado, seguía el curso de la carta, interrumpiéndole repetidas veces con mensajes para su hermana. El señor Hurst y Bingley jugaban al piquet y la señora Hurst contemplaba la partida.

Elizabeth se dedicó a una labor de aguja, y tenía suficiente entretenimiento con atender a lo que pasaba entre Darcy y su compañía. Los constantes elogios de ésta a la caligrafía de Darcy, a la simetría de sus renglones o a la extensión de la carta, así como la absoluta indiferencia con que eran recibidos, constituían un curioso diálogo que estaba exactamente de acuerdo con la opinión que Elizabeth tenía de cada uno de ellos.

––¡Qué contenta se pondrá la señorita Darcy cuando reciba esta carta!

Él no contestó.

––Escribe usted más deprisa que nadie. ––Se equivoca. Escribo muy despacio.

––¡Cuántas cartas tendrá ocasión de escribir al cabo del año! Incluidas cartas de negocios. ¡Cómo las detesto!

––Es una suerte, pues, que sea yo y no usted, el que tenga que escribirlas.

––Le ruego que le diga a su hermana que deseo mucho verla.

––Ya se lo he dicho una vez, por petición suya.

––Me temo que su pluma no le va bien. Déjeme que se la afile, lo hago increíblemente bien.

––Gracias, pero yo siempre afilo mi propia pluma.

––¿Cómo puede lograr una escritura tan uniforme?

Darcy no hizo ningún comentario.

––Dígale a su hermana que me alegro de saber que ha hecho muchos progresos con el arpa; y le ruego que también le diga que estoy entusiasmada con el diseño de mesa que hizo, y que creo que es infinitamente superior al de la señorita Grantley.

––¿Me permite que aplace su entusiasmo para otra carta? En la presente ya no tengo espacio para más elogios.

––¡Oh!, no tiene importancia. La veré en enero. Pero, ¿siempre le escribe cartas tan largas y encantadoras, señor Darcy?

––Generalmente son largas; pero si son encantadoras o no, no soy yo quien debe juzgarlo.

––Para mí es como una norma, cuando una persona escribe cartas tan largas con tanta facilidad no puede escribir mal.

––Ese cumplido no vale para Darcy, Caroline ––interrumpió su hermano––, porque no escribe con facilidad. Estudia demasiado las palabras. Siempre busca palabras complicadas de más de cuatro sílabas, ¿no es así, Darcy?

––Mi estilo es muy distinto al tuyo.

––¡Oh! ––exclamó la señorita Bingley––. Charles escribe sin ningún cuidado. Se come la mitad de las palabras y emborrona el resto.

––Las ideas me vienen tan rápido que no tengo tiempo de expresarlas; de manera que, a veces, mis cartas no comunican ninguna idea al que las recibe.

––Su humildad, señor Bingley ––intervino Elizabeth––, tiene que desarmar todos los reproches.

––Nada es más engañoso ––dijo Darcy–– que la apariencia de humildad. Normalmente no es otra cosa que falta de opinión, y a veces es una forma indirecta de vanagloriarse.

––¿Y cuál de esos dos calificativos aplicas a mi reciente acto de modestia?

––Una forma indirecta de vanagloriarse; porque tú, en realidad, estás orgulloso de tus defectos como escritor, puesto que los atribuyes a tu rapidez de pensamientos y a un descuido en la ejecución, cosa que consideras, si no muy estimable, al menos muy interesante. Siempre se aprecia mucho el poder de hacer cualquier cosa con rapidez, y no se presta atención a la imperfección con la que se hace. Cuando esta mañana le dijiste a la señora Bennet que si alguna vez te decidías a dejar Netherfield, te irías en cinco minutos, fue una especie de elogio, de cumplido hacia ti mismo; y, sin embargo, ¿qué tiene de elogiable marcharse precipitadamente dejando, sin duda, asuntos sin resolver, lo que no puede ser beneficioso para ti ni para nadie?

––¡No! ––exclamó Bingley––. Me parece demasiado recordar por la noche las tonterías que se dicen por la mañana. Y te doy mi palabra, estaba convencido de que lo que decía de mí mismo era verdad, y lo sigo estando ahora. Por lo menos, no adopté innecesariamente un carácter precipitado para presumir delante de las damas.

––Sí, creo que estabas convencido; pero soy yo el que no está convencido de que te fueses tan aceleradamente. Tu conducta dependería de las circunstancias, como la de cualquier persona. Y si, montado ya en el caballo, un amigo te dijese: «Bingley, quédate hasta la próxima semana», probablemente lo harías, probablemente no te irías, y bastaría sólo una palabra más para que te quedaras un mes.

––Con esto sólo ha probado ––dijo Elizabeth–– que Bingley no hizo justicia a su temperamento. Lo ha favorecido usted más ahora de lo que él lo había hecho.

––Estoy enormemente agradecido ––dijo Bingley por convertir lo que dice mi amigo en un cumplido. Pero me temo que usted no lo interpreta de la forma que mi amigo pretendía; porque él tendría mejor opinión de mí si, en esa circunstancia, yo me negase en rotundo y partiese tan rápido como me fuese posible.

––¿Consideraría entonces el señor Darcy reparada la imprudencia de su primera intención con la obstinación de mantenerla?

––No soy yo, sino Darcy, el que debe explicarlo.

––Quieres que dé cuenta de unas opiniones que tú me atribuyes, pero que yo nunca he reconocido. Volviendo al caso, debe recordar, señorita Bennet, que el supuesto amigo que desea que se quede y que retrase su plan, simplemente lo desea y se lo pide sin ofrecer ningún argumento.

––El ceder pronto y fácilmente a la persuasión de un amigo, no tiene ningún mérito para usted. ––El ceder sin convicción dice poco en favor de la inteligencia de ambos.

––Me da la sensación, señor Darcy, de que usted nunca permite que le influyan el afecto o la amistad. El respeto o la estima por el que pide puede hacernos ceder a la petición sin esperar ninguna razón o argumento. No estoy hablando del caso particular que ha supuesto sobre el señor Bingley. Además, deberíamos, quizá, esperar a que se diese la circunstancia para discutir entonces su comportamiento. Pero en general y en casos normales entre amigos, cuando uno quiere que el otro cambie alguna decisión, ¿vería usted mal que esa persona complaciese ese deseo sin esperar las razones del otro?

––¿No sería aconsejable, antes de proseguir con el tema, dejar claro con más precisión qué importancia tiene la petición y qué intimidad hay entre los amigos?

––Perfectamente ––dijo Bingley––, fijémonos en todos los detalles sin olvidarnos de comparar estatura y tamaño; porque eso, señorita Bennet, puede tener más peso en la discusión de lo que parece. Le aseguro que si Darcy no fuera tan alto comparado conmigo, no le tendría ni la mitad del respeto que le tengo. Confieso que no conozco nada más imponente que Darcy en determinadas ocasiones y en determinados lugares, especialmente en su casa y en las tardes de domingo cuando no tiene nada que hacer.

El señor Darcy sonrió; pero Elizabeth se dio cuenta de que se había ofendido bastante y contuvo la risa. La señorita Bingley se molestó mucho por la ofensa que le había hecho a Darcy y censuró a su hermano por decir tales tonterías.

––Conozco tu sistema, Bingley ––dijo su amigo––. No te gustan las discusiones y quieres acabar ésta.

––Quizá. Las discusiones se parecen demasiado a las disputas. Si tú y la señorita Bennet posponéis la vuestra para cuando yo no esté en la habitación, estaré muy agradecido; además, así podréis decir todo lo que queráis de mí.

––Por mi parte ––dijo Elizabeth––, no hay objeción en hacer lo que pide, y es mejor que el señor Darcy acabe la carta.

Darcy siguió su consejo y acabó la carta. Concluida la tarea, se dirigió a la señorita Bingley y a Elizabeth para que les deleitasen con algo de música. La señorita Bingley se apresuró al piano, pero antes de sentarse invitó cortésmente a Elizabeth a tocar en primer lugar; ésta, con igual cortesía y con toda sinceridad rechazó la invitación; entonces, la señorita Bingley se sentó y comenzó el concierto.

La señora Hurst cantó con su hermana, y, mientras se empleaban en esta actividad, Elizabeth no podía evitar darse cuenta, cada vez que volvía las páginas de unos libros de música que había sobre el piano, de la frecuencia con la que los ojos de Darcy se fijaban en ella. Le era difícil suponer que fuese objeto de admiración ante un hombre de tal categoría; y aun sería más extraño que la mirase porque ella le desagradara. Por fin, sólo pudo imaginar que llamaba su atención porque había algo en ella peor y más reprochable, según su concepto de la virtud, que en el resto de los presentes. Esta suposición no la apenaba. Le gustaba tan poco, que la opinión que tuviese sobre ella, no le preocupaba.

Después de tocar algunas canciones italianas, la señorita Bingley varió el repertorio con un aire escocés más alegre; y al momento el señor Darcy se acercó a Elizabeth y le dijo:

––¿Le apetecería, señorita Bennet, aprovechar esta oportunidad para bailar un reel?

Ella sonrió y no contestó. Él, algo sorprendido por su silencio, repitió la pregunta.

––¡Oh! ––dijo ella––, ya había oído la pregunta. Estaba meditando la respuesta. Sé que usted querría que contestase que sí, y así habría tenido el placer de criticar mis gustos; pero a mí me encanta echar por tierra esa clase de trampas y defraudar a la gente que está premeditando un desaire. Por lo tanto, he decidido decirle que no deseo bailar en absoluto. Y, ahora, desáireme si se atreve.

––No me atrevo, se lo aseguro.

Ella, que creyó haberle ofendido, se quedó asombrada de su galantería. Pero había tal mezcla de dulzura y malicia en los modales de Elizabeth, que era difícil que pudiese ofender a nadie; y Darcy nunca había estado tan ensimismado con una mujer como lo estaba con ella. Creía realmente que si no fuera por la inferioridad de su familia, se vería en peligro.

La señorita Bingley vio o sospechó lo bastante para ponerse celosa, y su ansiedad porque se restableciese su querida amiga Jane se incrementó con el deseo de librarse de Elizabeth.

Intentaba provocar a Darcy para que se desilusionase de la joven, hablándole de su supuesto matrimonio con ella y de la felicidad que esa alianza le traería.

––Espero ––le dijo al día siguiente mientras paseaban por el jardín–– que cuando ese deseado acontecimiento tenga lugar, hará usted a su suegra unas cuantas advertencias para que modere su lengua; y si puede conseguirlo, evite que las hijas menores anden detrás de los oficiales. Y, si me permite mencionar un tema tan delicado, procure refrenar ese algo, rayando en la presunción y en la impertinencia, que su dama posee.

––¿Tiene algo más que proponerme para mi felicidad doméstica?

––¡Oh, sí! Deje que los retratos de sus tíos, los Phillips, sean colgados en la galería de Pemberley. Póngalos al lado del tío abuelo suyo, el juez. Son de la misma profesión, aunque de distinta categoría. En cuanto al retrato de su Elizabeth, no debe permitir que se lo hagan, porque ¿qué pintor podría hacer justicia a sus hermosos ojos?

––Desde luego, no sería fácil captar su expresión, pero el color, la forma y sus bonitas pestañas podrían ser reproducidos.

En ese momento, por otro sendero del jardín, salieron a su paso la señora Hurst y Elizabeth.

––No sabía que estabais paseando ––dijo la señorita Bingley un poco confusa al pensar que pudiesen haberles oído.

––Os habéis portado muy mal con nosotras ––respondió la señora Hurst–– al no decirnos que ibais a salir.

Y, tomando el brazo libre del señor Darcy, dejó que Elizabeth pasease sola. En el camino sólo cabían tres. El señor Darcy se dio cuenta de tal descortesía y dijo inmediatamente:

––Este paseo no es lo bastante ancho para los cuatro, salgamos a la avenida.

Pero Elizabeth, que no tenía la menor intención de continuar con ellos, contestó muy sonriente:

––No, no; quédense donde están. Forman un grupo encantador, está mucho mejor así. Una cuarta persona lo echaría a perder. Adiós.

Se fue alegremente regocijándose al pensar, mientras caminaba, que dentro de uno o dos días más estaría en su casa. Jane se encontraba ya tan bien, que aquella misma tarde tenía la intención de salir un par de horas de su cuarto.